mayo 12, 2003

La muerte aguarda tras el espejo
Me descubro ensimismado y absorto examinando mi propia imagen reflejada en el espejo del baño. La observo casi con morbo, como si se tratase de una representación extraña, lejana. No es mi imagen, no soy yo, es un cuerpo cualquiera. Singular y sorprendente sensación, esa de experimentar el estar fuera del propio cuerpo, hago esfuerzos para prolongarla, finalmente no lo consigo. Ejercicio extenuante, intento reanudarlo y fracaso.

Por un segundo pude ver. Lo que ví no me gustó. La imagen reveló transformación lenta e inexorable. Descomposición. Era yo mismo observando mi propia destrucción, en un muy cruel, irremediable e irreversible proceso cuya culminación será en aquel instante en que el último hálito abandone el cuerpo. Sentí miedo como pocas veces.

Abandono el cuarto de baño y busco a mi compañera, está sentada leyendo, tranquila, ajena, la abrazo fuerte, como si me estuviese marchando para siempre, estoy temblando, ella no entiende que me sucede, no sabe que hace tan solo minutos me vá cara a cara con la muerte, que está ahí, muy cerca, tras el espejo, esperando que nosotros, pusilánimes y timoratos nos atrevamos a mirarla de frente y escuchar como nos dice que no solo los demás mueren, también uno.