mayo 16, 2004

Atrapados por la peor de las nieblas

"¡ Hay que devolverse, no es por acá!" gritó Gastón a la vez que cubría su rostro para protegerse del viento que azotaba con fuerza.


Visibilidad cero



Y otra vez a subir para intentar retomar por aquel otro lugar que sí parecía corresponder. No es así, y una vez más a subir o bajar, perdida la cuenta de cuantas veces habíamos ascendido o descendido por aquellas laderas cubiertas de aparragados. "¡Ese lugar, lo recuerdo!", exclama eufórico Gastón, "esa formación de rocas manchadas allá, a diez metros a la izquierda, estoy seguro, por ahí es!". Resueltos nos dirigimos hacia el lugar señalado, una vez más solo para comprobar una nueva desilusión, - tampoco era -, grandes farallones rocosos en cuyos bordes se adivinan terroríficos precipicios, interrumpen nuestro avance. Estamos preocupados, pero aún no lo suficiente como para expresarlo. En no pocas veces, - ambos -, habíamos estado expuestos a situaciones difíciles y complicadas, la experiencia señalaba que era cosa de mantener la tranquilidad, concentrarse y evaluar con mente fría para que las cosas se resolvieran a nuestro favor.

La niebla se hacía a ratos tan densa, que impedía visión a más de cinco metros, en algún momento, tras un par de horas de inútiles iteraciones, nos enfrentamos a lo que sin reconocerlo en nuestros fueros internos, considerábamos una grande humillación, sentir y sentirnos desorientados, perdidos. Sabernos montañistas relativamente avezados, con bastantes expediciones en la zona, nos hacía sentir aún más degradante la situación. Costó aceptarlo, finalmente fui yo, quién con algo de aturdimiento expresó la primera frase reconociendo el hecho concreto, "no podemos continuar, llevamos horas iterando desorientados, debemos levantar un campamento hasta que las condiciones meteorológicas mejoren". Sentí que Gastón exhaló aliviado, - en rigor -, era lo que correspondía hacer, solo que nuestro orgullo nos impedía admitirlo y seguíamos porfiadamente buscando la forma de orientarnos, sin darnos cuenta nos convertíamos en presa fácil del agotamiento y la hipotermia, temibles espectros aguardando siempre por una víctima.



Campamento primer día


Y fue así como debimos montar un campamento de emergencia, aquí, en los contrafuertes mismos de la majestuosa Cordillera Darwin, en Tierra del Fuego, a muy cercanos metros del Glaciar Nordenkhold, una respetable y hermosa masa de hielo cuya visión magnífica desde el Fiordo Almirantazgo, había subyugado a Gastón quién había tomado la decisión de efectuar lo que denominó, "algunas maniobras en hielo". Estaba, en algún sentido, obsesionado con la idea de escalar en hielo, era su última oportunidad de utilizar el pesado equipo que a estas alturas llevaba porteando durante dos semanas completas, con un intento previo de escalamiento fallido, en los glaciares aledaños al Paso de Las Lagunas. La obsesión iba en aumento debido a que en tres días, debíamos iniciar el largo y sincronizado retorno a Santiago.

Nada de aquello sucedió, las únicas maniobras posibles fueron intentar dominar la angustia que nos significó estar atrapados dos días a merced del clima y naturaleza patagónicas, gran lección, recordarnos que en estas latitudes el hombre debe ser en extremo cauto, permanecer atento y alerta, creerse un avezado o experimentado es engaño mayor, necesario apartar el tonto orgullo, verdadero cómplice de la niebla a la hora de nublar la visión.


Vista hacia el Fiordo Almirantazgo


Dos días atrás, muy de madrugada, habíamos emprendíamos ambos, desde Caleta María en el fiordo Almirantazgo, la marcha de acercamiento hacia el sector en donde debíamos iniciar el ascenso al cordón montañoso, cuyas cumbres estaban coronadas por el glaciar Nordenkhold. En las proximidades del río Fontaine, casi junto a su ribera, pasamos por el depósito de material que Gastón había dejado convenientemente oculto, un largo de cuerda, algunos tornillos, y la típica ferretería necesaria, me adjudiqué la cuerda y otros artilugios menores. Teníamos promesa de un día esplendoroso, una que otra nube aisladas y ausencia de viento.

Iniciamos el ascenso cruzando un gran turbal, para luego internarnos en los primeros bosques de lengas que están más allá del río Fontaine. Para quienes no están familiarizados con la progresión en la turba, es necesario explicar que existen pocas superficies en donde la marcha se puede hacer tan infernalmente agotadora, se trata de un material de origen vegetal que se produce en un periodo de siglos, etapa previa de transformación a un mineral como el carbón, tan solo unos minutos de marcha sobre ella bastarán para odiarla sin más. Tras seis horas de lo mismo, turba, bosques, más turba, más bosques, estuvimos por fin aproximándonos a suaves, verdes y paradisiacos lomajes que anteceden a la zona de los hielos. Desde las alturas era posible apreciar un extraordinario escenario natural, al oeste el Fiordo Almirantazgo, al norte, el cordón de montes Hope, al sur, la majestuosa Cordillera Darwin. Patagonia seguía manteniendo su promesa de día esplendoroso.



Vista Glaciar Nordenkhold


Junto a un pequeño arroyo de cristalinas aguas, que serpenteando caía desde la zona de hielos, dejamos nuestras pesadas mochilas. ¡Que magnífico espectáculo contemplábamos!. Satisfechos y felices por la jornada, - hasta ahora perfecta -, decidimos acceder al sector de hielos para evaluar las "maniobras" que allí haríamos. Desde la posición en que observábamos podíamos apreciar una respetable canaleta cubierta de hielo, de atemorizante pendiente, tal vez tenía cien o ciento veinte metros, suficiente para saciar la sed de hielos que sufría Gastón. Examinamos con atención varios frentes del glaciar, buscando alternativas para jugar con algún grado de seguridad. Con el panorama ahora claro, decidimos volver al arroyo para montar el campamento y aprovechar la hermosa luz de las últimas horas de la tarde para intentar registrar con nuestras cámaras lo que la naturaleza nos enseñaba.


Gastón y su obsesión


Sagradamente cada dos horas, establecíamos comunicación radial con el campamento base en Caleta María; a través del canal 1 subcanal 18, Pepe, nos enteraba de las incursiones y actividades de los demás integrantes del grupo, sabíamos que ese día Miércoles 18 de Febrero, algunos se adentraban en dirección oeste, por la ribera del Almirantazgo, y que otros estaban en las proximidades del río Azopardo, así las cosas, permanecíamos tranquilos, gozábamos de la quietud y permanecíamos en absoluto estado de contemplación.



Parte del frente glaciar


Pronto llegaría la noche, así es que nos dimos a la tarea de dejar el equipo preparado para levantarnos muy temprano y aprovechar la que suponíamos sería una apasionante jornada de "juegos en el hielo", comimos de nuestras raciones, lo usual, una sopa instantánea, fideos y un buen café que bebimos mordisqueando un galletón de avena. Muy luego, el frío nos empujó a buscar el agradable calor de los sacos, el sueño vino pronto.

02:00 A.M, el inconfundible sonido de la lluvia golpeando la tela de la carpa nos despierta, automáticamente nos incorporamos y encendemos nuestras frontales, cruzamos miradas que lo dicen todo. "Se acabó!", masculla contrariado Gastón, su enojo es evidente y su desazón tal que prefiero no decirle nada y dejar que el silencio hable por mí para compartir su amargura. Está más afectado que yo, - es comprensible -, deseaba con toda pasión, poner en práctica lo aprendido con su maestro Mondragón, en esto, mi función era secundaria, era yo un aprendiz, un simple porteador de equipos dispuesto a observar, aprender y apoyar en la medida de mis posibilidades técnicas.



El sueño que no fue


Y así, el sueño de Gastón por escalar hielo en Patagonia se había desvanecido tan rápidamente como el clima cambia en esta zona, - bien lo sabíamos -, el cambio climático es la única constante en el fin del mundo, tres horas atrás, gozábamos de un cielo estrellado, ahora, estábamos a merced de un frente de mal tiempo, y la densa nubosidad nos rodeaba por completo. En silencio permanecimos escuchando como la lluvia y el viento terminaban de ahogar nuestra quimera. En algún momento uno de los dos, lanzó al aire, - a manera de proceso catártico - un sarcasmo genial, que nos hizo reír de buena gana; a partir de ese momento todo cambió y comenzamos nuevamente a sentir que disfrutábamos la aventura, así, tal cuál como se estaba dando, a fin de cuentas, las historias de montaña suelen escribirse de manera muy distinta a como uno las proyectó. El recuerdo de lo sucedido en el Ojos del Salado, hace tan solo meses era prueba palmaria de aquello. "!A dormir nuevamente¡" fue la frase que dio por finalizado el proceso de purga anímica. Acordamos entonces, tomarnos todo con calma, levantar campamento alrededor de las 10:00 y bajar hacia Caleta María, lugar en donde llegaríamos quizás avanzada la tarde del Jueves 19 de Febrero.

Persistía por la mañana una nula visibilidad que no nos preocupó mayormente, ambos tenemos fama por nuestra capacidad de orientación y habilidad para encontrar rutas, huellas, picadas en el bosque y cualquier señal para encontrar el derrotero correcto, por muy difícil que este parezca, y no es casualidad, más de diez años, recorriendo Tierra del Fuego, y otras islas no menos importantes como Hoste o Riesco, terminan por darle a uno la mejor formación disponible, aquel que no se graduó con honores, terminará irremediablemente perdido en la inmensidad de este territorio semi-salvaje. Mientras desayunábamos, hicimos el ejercicio mental de describir con detalle la ruta de retorno, afortunadamente coincidíamos plenamente así es que dimos por cerrado el tema.

Inicié la marcha de retorno, Gastón me seguía a no más de un metro, visibilidad cero, lluvia intensa, temperatura muy baja, cada algunos minutos, deteníamos brevemente la progresión para analizar, - en la medida permitida por la bruma -, los elementos que confirmaban llevábamos el rumbo correcto, esas rocas con forma particular allá, o aquella pequeña laguna, o la castorera abandonada allí a la derecha. Lo usual en estos casos. Nefasta e inexcusable confianza, pronto caminábamos casi a tientas intentando vanamente reconocer aquellos hitos que no hace mucho recordábamos tan claramente durante el ejercicio mental del desayuno.

¡Y sucedió!. Diminuto error de cálculo o apreciación nos desvió, mínimo grado bastó, pronto estábamos atrapados por una de las peores pesadillas en patagonia, intentar progresar a través de enormes extensiones de aparragados que inmovilizan con sus tentáculos, que aprisionan, que intentan arrebatar en cada paso las mochilas, una y otra vez hasta que sobreviene el agotamiento. Cansados, mojados, e iracundos no nos dimos cuenta de cómo llegamos a la casi total desorientación. ¿Como nos ocurría esto a nosotros?, era inaudito, entonces surgía espontánea la necia soberbia para nublar la razón e impedirnos asumir lo correcto, detenernos, y montar un campamento de emergencia esperando la llegada de la visibilidad. En vez de eso, seguíamos intentando inútilmente encontrar una salida. Fue en una de esas tantas iteraciones cuando Gastón lanzó el grito que da inició a este relato "¡Hay que devolverse, no es por acá!".


Cordon de Montes Hope


Dos días debimos permanecer estacionados acampando obligados en algún lugar de aquellas remotas cordilleras, siempre estuvimos en contacto radial con los demás miembros del grupo, aún así, la espera fue angustiante en extremo, especialmente porque la obligada inmovilización ponía en riesgo todo el plan de retorno a Santiago, sincronizado hasta el más mínimo detalle, veinte de febrero, jornada para alcanzar el nacimiento del río Azopardo, veintiuno, avance hasta el portezuelo del Fagnano, veintidós, traslado a Punta Arenas, veintitrés, vuelo a Santiago en el primer vuelo del día. Deshacer el camino andado, una aventura por sí sola.

Obsesiva, y alternadamente nos incorporábamos cada tanto, para correr el cierre del vestíbulo de la carpa y observar si ahora la visibilidad era lo suficiente como para emprender la huida, tantas veces pareció que era el momento de iniciar los preparativos para el abandono, aún no, la naturaleza no había expresado su última palabra. Hubo entonces que admitir que era perfectamente factible permanecer uno o dos días más en el lugar, luego, el racionamiento de los pocos alimentos que portábamos era fundamental. Todo montañero sabe que basta una mínima acción en este sentido, para que inmediatamente toda conversación gire en torno a la comida, la imaginación se activa y con ella, los jugos gástricos. Las horas pasaban y nos entreteníamos observando las gotas que se desplazaban por el cubretecho de la carpa Annapurna, pronto estábamos elaborando nóminas mentales con todo aquello que comeríamos una vez en la civilización, más tarde imaginábamos monumentales tours gastronómicos por los principales restaurantes de Santiago, a ratos discutíamos con cierta vehemencia acerca de si correspondía incluir a tal o cuál restaurant. No hubo acuerdo a la hora de determinar si debíamos partir con comida italiana o mexicana.

Enfrascado en este tipo de parloteo, caigo en la cuenta que estamos ad portas de aquello que Krakauer advierte en su libro "Sueños del Eiger", en uno de los capítulos, Krakauer repara acerca de los peligros del "cag". El cag es un estado particular y peligroso en extremo, verdadera amenaza para todo expedicionario que deba permanecer por un tiempo prolongado enclaustrado en una carpa. Alcanzadas las primeras fases del aburrimiento letal, los expedicionarios se transan en apasionadas y acaloradas discusiones acerca de "todo lo que está bajo el sol", y así no es extraño terminar disgustado porque el compañero no fue capaz de aceptar que las palomitas dulces, son mejores que las saladas, o que el viento Curicano es más helado que el de Talca. Conviene aclarar que estos últimos son ejemplos reales, escogidos porque representan lo más denso, reflexivo e inteligente de las discusiones.

Afortunadamente para nuestros estados mentales, en algún momento de la comunicación radial con el grupo de Caleta María, Pepe nos informa que el viento está soplando muy fuerte del oeste y que todo parece indicar que el frente de mal tiempo se desplazará definitivamente. Nunca sucedió aquello, no obstante, el detalle de la dirección del viento, nos permitió orientarnos y animarnos a levantar campamento para jugarnos por una opción razonable de descender a través de los espesos bosques de lenga.


Glaciar en Cordon Hope


Así lo hicimos, en forma previa y seguramente como último efecto del cag, cruzamos apuesta acerca de quién tenía la razón respecto a la posición correcta del cordón de cerros Hope. Gastón aseguraba que estaban casi enfrente, en tanto yo, sostenía que estaban a la izquierda. Cena para dos personas en el mejor restaurant de Santiago, si hay empate, cada uno pagaba su propia cuenta.


Por fin teníamos visión completa


Reiniciada la marcha y tras caminar alrededor de veinte minutos, esta vez con toda precaución, y despojados ya de la suficiencia y fatuidad que nos había conducido a esta situación, quedamos sorprendidos por pasmosa comprobación, tal cuál como solo habíamos visto en filmes, habíamos estado caminado en círculos. Tan evidente era, que solo atinamos a reír y mofarnos el uno del otro. Pronto nos orientamos, y en algún mágico momento del descenso, alcanzamos la cota en que las nubes se disipan. A partir de esa línea sutil, se abrió ante nosotros la inmensa vastedad de los bosques Fueguinos, y pudimos trazar con absoluta nitidez, el camino de retorno a Caleta María. A un par de kilómetros del campamento base, nos encontramos con Hilda, - compañera de vida y aventuras - y Pepe, vienen a nuestro encuentro, nos comentan que en Caleta María todo está dispuesto para en algunas horas más - muy de madrugada -, iniciemos el largo viaje de retorno. Mientras caminamos, miro al oeste con preocupación, negros y densos nubarrones presagian el arribo de un nuevo frente de mal tiempo.

Estamos en Mayo del 2004, han transcurrido tres meses y aún no hacemos efectiva la apuesta. No hubo ganador ni perdedor, nunca pudimos - creo más bien no quisimos - determinar si el cordón de los montes Hope se encontraban enfrente o a la izquierda, solo aparecieron a nuestra vista. Fue suficiente. Mágica y maravillosa visión. En cualquier caso, jamás olvidaremos la lección aprendida, sentirse un avezado, un duro, un experimentado puede conducirnos a situaciones en extremo difíciles.



Diosa Niebla


Ahora sabemos que no existe peor niebla que aquella que se engendra en el propio corazón y cerebro humano, - la otra -, esa que aporta la naturaleza, es tan solo la bella forma que asume la diosa de las cumbres y serranías para acariciar con sutileza a todos aquellos a quienes considera verdaderos hijos de las montañas.



Jorge Milla - Febrero de 2004 - Bitácora expedición familiar al cajón del Río Betbeder en Tierra del Fuego



1 Comments:

At 2:17 p. m., Anonymous Anónimo said...

I don't understand spanish very well, but the view of Seno Almirantazgo, Rio Azopardo and Caleta Maria is superb. Is there a copy with better resolution?

 

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