Por favor, que no me duela mucho
Supermercados con farmacias en su interior, farmacias que parecen supermercados, - que duda cabe -, se están produciendo en Chile, profundos cambios en la forma de comercializar los productos farmacéuticos. Definitivamente se ha instalado en el consumidor chileno, una cultura muy distinta a la que conocimos en décadas pasadas cuando la farmacia o - la botica - constituía un punto de venta más especializado, y en donde rara vez se observaban atochamientos de personas ansiosas de ser atendidas por un dependiente que recibió "toda una semana completa" de capacitación para orientar como bien se merecen, los estimados consumidores.
Multitud de personas atiborran diariamente los amplios y luminosos locales de las cadenas farmacéuticas, buscan adquirir la muy amplia gama de productos que se ofrecen, - la lista es extensa -, antiácidos, antigripales, antipiréticos, antitusivos, antiinflamatorios, también antidepresivos. Estos últimos en cuantiosas y desproporcionadas cantidades, que dan cuenta tal vez, de la existencia de una sociedad enferma. Rápido, véndame un anti-algo, un anti-todo.
Está también, toda la potencia del Marketing desplegando el poderoso arsenal de técnicas para lograr "seducir" al consumidor, aplicando entre otras, la segmentación de los clientes, ofertas especiales, feroz publicidad a través de todos los medios de comunicación masivos, compras on-line, venta telefónica, entrega a domicilio - para recibir cómodamente en casa todos aquellos medicamentos que, en la mayoría de las oportunidades están auto recetados por nosotros mismos, - que mejor médico que uno mismo - "pero si es lo mismo que padecí la vez anterior".
El asunto no se detiene aquí, las ofertas continúan: semana del adulto mayor, días de la embarazada, mes del niño, - todas -, jornadas especiales cuyo mayor gancho son los suculentos descuentos que atraen a la masa consumidora que, cual caterva inconsciente acude fascinada por acceder a tan buena oportunidad de comprar barato, aquí lo menos importante es, si la compra del medicamento era necesaria. Está barato, eso es suficiente.
Nuestros hogares, se han convertido en verdaderas bodegas de almacenaje de productos farmacéuticos, es que hay que estar prestos para mitigar cualquier dolor, dejarlos lo más a mano posible, ojalá junto a nuestra cama, - ahí en el velador -, para ingerirlos incluso a oscuras, a tientas, cuando el miedo al dolor es más angustiante. Son nuestros niños, los más expuestos, junto a sus cunas se extiende todo el parque de medicamentos necesarios para protegerles de todo aquello que intenta dañarles, crecen ahora, convencidos que el jarabe para la tos, es un dulce e inocuo brebaje, casi bebida de fantasía.
Alguna prensa, - incluso los mismos distribuidores -, nos alertan con tibieza cómplice y sospechosa respecto a que el consumo indiscriminado de antibióticos está generando cepas de bacterias cada vez más resistentes a los productos tradicionales, que estos últimos, han debido ser reemplazados por productos de última generación para hacer frente a un enemigo que continúa fortaleciéndose. Nos señalan también que hay cierta alarma por el nivel de adicción que muestra algún sector de la sociedad, por el consumo de fármacos que ayudarían a conciliar el sueño, o combatir los efectos del estrés o mitigar el tan de moda colon-irritable. Paralelamente, la difusión y venta continúa con furia.
Los galenos hacen su aporte también, mano algo más suelta a la hora de emitir la receta. "Que manera de estar atestada hoy su consulta doctor", - sorpresa ¡ - no son pacientes, sino que visitadores médicos, traen la novedad de la semana, lo último en el mercado, "si doctor, es el mismo medicamento, pero ahora solo provoca veintisiete efectos colaterales, no cuarenta y cinco como la versión anterior, le dejaré cincuenta muestras de regalo".
Febril escenario que convoca a la reflexión: es adecuado?. Ético?. Están protegidos los consumidores ?. Son informados de los riesgos asociados?. Es conveniente tanta facilidad para el acceso a los medicamentos?. La autoridad sanitaria está implantando controles adecuados?. Debemos dejar que el mercado sea el ente regulador exclusivo?. Las personas son dueñas de sus cuerpos, luego pueden decidir que ingerir?. Finalmente, se trata de un ambiente favorecido por los grandes laboratorios y compañías distribuidoras de productos farmacéuticos?.
Respecto de lo último, surgen varias preguntas también: hasta que punto, las compañías, en su afán de diversificar sus negocios, obtener mayores utilidades y captar más clientes están induciendo perniciosas y dañinas conductas en los consumidores? o que porcentaje de las utilidades se destinan a campañas de educación de los consumidores?.
Existirá, al interior de estas grandes empresas distribuidoras, instancias de reflexión, discusión o análisis acerca de los efectos de mediano y largo plazo que acarreará un escenario como el señalado?.
Con todo, parece haberse instaurado el escenario más propicio y favorable para la debacle: una sociedad - occidental, aclaremos - con enfermizo temor al dolor, por más mínimo que este sea, hay que aplacarlo de forma inmediata, - especialmente si proviene del alma -, debemos tratar con todo nuestro empeño, en seguir dopados, no vaya a ser cosa que salgamos del estado de sopor y adormecimiento a que estamos tan acostumbrados. Eso sí sería grave, nos expondría de inmediato a lo peor: la conciencia de lo verdaderamente real.
Por favor, urgente, una caja de antidepresivos ¡ mejor dos ¡
Jorge Milla
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