Isla Hoste - El vasto mundo del pueblo Yagán
Extasiados contemplábamos el maravilloso escenario natural que se abría lentamente ante nuestras atónitas miradas. Con un suave giro a la llave en el panel de control, el patrón al mando del cúter Santa Inés, apagó súbitamente el motor, la frágil embarcación disminuyó entonces lentamente el avance hasta el momento en que finalmente el monótono traqueteo fue reemplazado por silencio estremecedor. Nos desplazábamos ahora, mecidos tan solo por suave oleaje.
Paulatinamente pudimos distinguir el nítido sonido de innumerables chorrillos que a través de espesos bosques, y desde las alturas, caían al mar. ¡Por fin!, estabamos en donde habíamos soñado, más allá del confín del mundo, detenidos en la embocadura del angosto Fiordo Fouqué, y a un par de millas del punto en donde iniciaríamos la expedición terrestre, que a través de la remota Isla Hoste, nos conduciría a la Cordillera de Kanasaka.
Kanasaka, extraño nombre. Lo escuché por primera vez durante uno de mis primeros viajes a través del Canal Beagle, en aquella oportunidad navegábamos desde Puerto Williams a la bahía Yendegaia, lo hacíamos en la barcaza Orompello de la Armada de Chile. Muy agradados compartíamos - invitados por el comandante - en el puente de la embarcación. Era un día oscuro, y muy negros nubarrones cubrían el cielo.
A la cuadra del Canal Murray, nuestra atención se concentró en una cordillera de impresionante altura. Nuestro anfitrión, adivinando la pregunta que vendría, se adelantó a decirnos que esa era la cordillera de Kanasaka, nos miramos todos sorprendidos, era nombre jamás visto escrito en las tantas cartas geográficas y mapas que habíamos estudiado de la zona. En todas ellas figuraban elevaciones de no más de 1800 metros, y las que estábamos viendo ahora se apreciaban a nuestros ojos, inmensas y terroríficas. Nada nuevo, sucede normalmente a montañistas o exploradores ingenuos, como nosotros ahora. Primera vez en Patagonia, así es que una elevación de menos de tres mil metros, es considerada absolutamente inferior, ¡claro! en otras latitudes, cómodamente analizando la información, y con solo las referencias conocidas. La realidad se encarga luego de abofetear el rostro de esos ingenuos, la suprema ignorancia quedará rápidamente de manifiesto cuando después, frente a frente con aquello considerado equivocadamente escollo menor, aparezca finalmente ante los ojos.
Kanasaka, formidable muro defensivo levantado por la Isla Hoste para mantener en absoluto secreto las maravillas que ocultaba aún más al sur, allá en el seno Ponsonby,
Años mas tarde, cuando planificábamos la expedición a Hoste, aún tenía nítida en la retina, la increíble visión de aquella Cordillera cuál paso infranqueable hacia los misterios de su profundidad. Era absolutamente necesario darse a la tarea de encontrar aquel punto, a través del cuál, la isla permitía a los hombres, el acceso a sus mágicos dominios. No era tarea fácil, fue necesario recurrir a la historia reciente.
Tristemente, junto con encontrar la llave que necesitábamos, conocimos la dramática historia del orgulloso pueblo Yagán, extraordinarios canoeros, con quienes el pueblo de Chile mantiene aún, deuda histórica monumental. Solo ellos, habían desentrañado los misterios de Hoste, descubriendo en sus recorridos, escondidos accesos, verdaderas llaves maestras para abrir el cerrojo diseñado por la Isla para mantener prístina pureza sin igual.
El fiordo Fouqué, era uno de esos accesos, angosto canal ubicado en el límite oeste de la Isla. En algún punto intermedio, o final, un amable paso, permitía adentrarse con algunas complicaciones menores. Aquí estábamos ahora, tras navegación de treinta y seis horas desde Punta Arenas a Puerto Williams, otras seis horas de navegación entre este último puerto y Bahía Yendegaia, finalmente día y medio a través del brazo suroeste del canal Beagle. No había dudas, estábamos más allá del confín del mundo.
Mientras observaba fascinado, recordé un fragmento del inspirador relato que el gran escritor Chileno, Francisco Coloane, escribió en su libro "El Témpano de Kanasaka", leído con avidez, tras adquirirlo en una céntrica librería. Misteriosa coincidencia, distraído miraba el escaparate cuando lo vi. Consideré el evento como inequívoco signo de hacia adonde orientar los sueños. El párrafo decía así:
"Después de millas y millas entre la hostilidad de la costa de paredes rocosas, Kanasaka, con sus playas de arena blanca, es un oasis de suavidad en esa naturaleza agreste; siguen a la playa verdes juncales que cubren un dilatado valle y luego los bosques de robles ascienden hasta aparragarse en la aridez de las cumbres. Una flora poco común en esa zona se ha refugiado allí, el mar entra zigzagueando tierra adentro y forma pequeñas y misteriosas lagunas donde los peces saltan a besar la luz, y detrás, en los lindes del robledal, está la casa de Martínez, único blanco que, solitario y desterrado, por su voluntad, o quizás por qué razones, vive rodeado de los indios yaganes. En medio de esa tierra salvaje, mi buen amigo Martínez descubrió ese refugio de paz y belleza..."
Bastó esta lectura. No era primera vez que ello ocurría, diría que todas las expediciones realizadas a la Patagonia desde el año 1992, habían sido animadas después de leer los maravillosos libros de Coloane.
Tan sorpresivamente como cuando apagó el motor, el patrón al mando hizo lo contrario, ahí estaba nuevamente el traqueteo del motor, ahogando todo sonido natural y despertándonos bruscamente de nuestro estado de contemplación. Las formas circundantes eran apenas distinguibles, turno de la noche por el control del canal. La proa del cúter apuntó hacia el abrigo de una ensenada muy próxima. Pronto estuvimos iniciando las maniobras para finalmente fondear. La quietud de la noche, trajo hasta nosotros el sonido estruendoso de gigantescas masas de hielo cayendo al mar, allá, un par de millas al sur, en el fondo mismo del fiordo.
Aquí dormimos, las angostas literas no impidieron que lo hiciéramos soñando con el día siguiente, jornada en la que por primera vez pondríamos pie en la Isla Hoste, anhelábamos ser recibidos por el espíritu indomable de aquellos hombres que alguna vez recorrieron orgullosos estos canales. Serían ellos, quienes nos conducirían a través de estas tierras, el viento eterno su inequívoca seña, inseparable guía en el vasto mundo del pueblo Yagan.
Fragmento de la bitácora de viaje a la Isla Hoste. Febrero de 2000.
1 Comments:
Estimado, estoy escribiendo un libro sobre las cumbres de Magallanes y un amigo me hizo referencia a la Cordillera Kanasaka, la cual desconcía por completo.
Entiendo uds. realizaron una exploración en Isla Hoste y, por lo tanto, podrían quizás describir parte de esta como contribución al texto.
Para contactarme puedes escribir una entrada o comentario en mi blog:
http://aventura-terreno.blogspot.com
o directamente vía email a gonzalo.vasquez.saez en el correo de google (gmail)
Desde ya mil gracias.-
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