junio 30, 2003

ESTRECHEZ DE CORAZÓN

Tendido en la angosta camilla del laboratorio de cardiología, espero con ansiedad la llegada del médico que practicará el ecocardiograma. A estas alturas de mi vida, debería constituir procedimiento de rutina, no es así, siempre parecerá que es la primera vez. El corazón late más aprisa, las manos sudan, lo mismo todos los años. Presiento que esta vez será distinto, - estoy seguro - ahora si que todo terminará. El médico analiza los resultados; con desesperación busco en su rostro alguna señal que permita anticipar el veredicto final, minutos que parecen horas. No más actividad física significará nunca más montañas, un poco menos que la muerte.

Todos los años - desde hace más de veinticinco - acudo anualmente con disciplinada regularidad. El ritual, solo se ha visto alterado el último año, dos exámenes en vez de uno, "ahora se hace necesario" fue sentencia severa. Necesidad surgida de las exigencias que significaban el ascenso a dos cumbres importantes en menos de un año, el mítico Aconcagua en enero, y próximamente el solitario Ojos del Salado.

Insuficiencia aórtica, se llama el espectro que unilateralmente decidió acompañarme desde el instante en que nací, la adolescencia fue el momento que escogió para presentarse y saludar. Cual competidores respetando pacto protocolar, vamos juntos por la vida, hasta el momento sin hostilidades ni agresiones. Lo suyo es mantenerse agazapada, perfectamente oculta, esperando el momento propicio para atacar por sorpresa e iniciar destructora faena. Está en su naturaleza provocar deficiencia, incapacidad, incompetencia. Estratega hábil, por ahora únicamente practica juego psicológico, mantiene la tensión, desgasta, debilita, barrena la resistencia. Son tantas las cumbres a las que sosteniendo implacable lucha, juntos hemos llegado. Jamás demostrar temor es lo mío, desafiarla con temeridad y calculada imprudencia, - igual que escalador asegurado a cuerda - vigilar atentamente, no dar pie a la sorpresa, saber siempre donde estará, prever sus movimientos.

Ya no tengo miedo, aprendí a tiempo, que el verdadero enemigo, es la insuficiencia del alma, esa que incapacita para entender lo verdadero, la que nos transforma en torpes impedidos buscando la felicidad en lo insustancial, la vida se nos va y ahí estamos tras lo estéril, obsesivamente y con ansias pretendiendo lo fútil. Temo a la estrechez del alma, no a la del corazón.


Construyendo el sueño

Benditas insuficiencias orgánicas, nos dan la oportunidad de mirarnos de frente con la fragilidad, todos las tenemos, solo hay que atreverse y mirar. Rozar la muerte para sentir plenamente la vida, eso y nada más. Poco importa la edad que se tiene, no queda tiempo ya, ahora o nunca, en este instante o jamás. Aquí está el martillo, allá el primer clavo, construye ahora tu sueño, la vida a nadie espera, solo pasa y se va.