noviembre 12, 2004

INFIDELIDAD, LA SAGA CONTINÚA

Escena uno, toma cuatro, acción...!!

Recientes estudios señalan que el 48% de las mujeres chilenas ha sido alguna vez infiel, la cifra aumenta a 67% en el caso de los hombres. Otro estudio antropológico realizado sobre 160 poblaciones del planeta, concluyó que es la causa más frecuente de la ruptura matrimonial, o separación de parejas. Más datos, en el 72% de las 56 sociedades más importantes del mundo, la infidelidad es altamente frecuente. ¿Algo nuevo?. Rotundo no.

Película conocida


La verdad es que hay poca necesidad de echar mano a profundos estudios, análisis o estadísticas para enterarnos. Esta es una película conocida, en la que ninguna identidad ha sido cambiada para proteger a los inocentes, porque no los hay. Los nombres de la mayoría de nosotros, figuran alguna vez en los créditos, unos como protagonistas principales, a diferencia de un filme de verdad, resultan ser los más desafortunados, jamás brillan, otros, como actores secundarios, representando el papel de testigos presentes en la escena, lo vieron todo, desde privilegiada posición, prefieren guardar silencio cómplice. El reparto considera incluso roles de encubridores, incondicionales amigos y conocidos de los protagonistas, dispuestos a apoyar cualquier coartada.

Película conocida



Si las estadísticas y porcentajes parecen alarmantes, más aún debería impactarnos constatar que muchos de nosotros somos partícipes, - conscientes o no -, de toda una maquinaria concertada para proteger y encubrir actos de infidelidad, una maquinaria de la que muchos hemos sido pieza importante alguna vez. Ustedes y yo bien sabemos quién es regularmente el último en enterarse. Todos excepto el afectado, conocíamos bien el guión.

Curiosa la psiquis, gran enigma, determinar que ancestral sentimiento, evolucionó hasta devenir en esta particular y compleja concertación humana. Más enigmático aún si se toma el diccionario para enterarse de algunos sinónimos de infidelidad, leo solo el primero - deslealtad -, mejor no sigo, saber que los llevamos no es gratificante, más bien entristece, paso rápidamente a la página de los antónimos, están la franqueza, nobleza, lealtad, honestidad y confianza, todo aquello que quisiéramos recibir y también entregar.

¿Que subyace aquí, porqué este comportamiento?. Probablemente la respuesta hay que buscarla en la pasión, maravilla del alma humana, combustible de fenomenal motor, capaz de empujarnos hasta límites inimaginables, también de nublarnos totalmente la razón.



Protagonistas


Los protagonistas principales de este filme, decidieron un día formar pareja con quienes amaban, tanto, que juraron amor eterno y comprometieron mutuo apoyo, - en las buenas y en las malas -, decían que ni la muerte lograría separarlos. Tiempo después, cómoda y fácilmente estaban lanzando por la borda aquel compromiso de perpetuo amor, y junto con proclamarse ahora perfectos desconocidos, se hacían blanco de tanto odio, como amor se juraron alguna vez.

Es cierto, muchos fueron genuinamente sinceros, amaron con pasión a aquella persona que el corazón alguna vez señaló. Ninguno podía saber que la vida les deparaba algo distinto, que en algún enigmático instante, persona distinta y especial cruzaría sus caminos. A partir de ese momento, el otrora perpetuo amor, inicia lenta agonía y la llama que parecía eterna, se extingue sin más.

Es un hecho que el amor puede consumirse, también lo es nuestra humana facilidad para empuñar y levantar la más infame y vil de las armas - la infidelidad -, la mejor y más letal a la hora de asestar certera y mortífera aflicción, esa que parte de un golpe en dos el corazón de quién decíamos amar.

Se es infiel, cuando incapaces de romper de una vez, el eslabón que une la cadena de nuestros sueños de vida en pareja, nos entregamos a amores ocultos, amparados en la tiniebla de nuestra propia mezquindad. ¿Será posible construir un nuevo amor, a espaldas de aquel que aún vive en la persona que amamos una vez? ¿No será acaso que primero es necesario un acto final de la más pura y sublime lealtad, enfrentando el corazón de la persona que alguna vez amamos, y mirándole a los ojos decirle que ese amor se acabó?.

Es un acto profundamente doloroso, pero necesario, quizás el único camino para sentirse verdaderamente libre para construir un nuevo amor, uno luminoso, que surgirá ahora amparado por la claridad que brinda la fidelidad. Es quizás el mejor homenaje al amor.


Hildita, mi compañera


Soy hombre afortunado, en amor, la vida escribió un buen guión para mí, contempló la mejor compañera. Camino junto a ella desde hace mucho, ambos desconocemos que dirá el guión para mañana, o que nueva escena nos corresponderá representar, misterio que es a la vez encanto. Hasta ahora nuestras líneas, solo dicen que sigamos amándonos, hablan de permanecer fieles el uno al otro, de construir cada día el amor.


The End


Todo parece indicar que nuestra película terminará así. Lo sé porque lo he leído en sus bellos ojos.

Corten ! se imprime.

noviembre 04, 2004

Amistad, fuente de limpia energía - Aconcagua 2003


Rumbo a Polacos


Algo muy extraño me estaba sucediendo, la percepción inicial de que las cosas se sucedían vertiginosamente, había sido súbitamente reemplazada por la impresión que todo transcurría con extraordinaria lentitud, diría en cámara lenta. Intento ponerme de pie sin lograrlo. Tras un par de minutos, nuevo intento, fallo por segunda vez. Me invade entonces una mezcla de extrañeza y también de mucho temor, no entiendo cabalmente lo que me está ocurriendo.

Párrafo extraído de la crónica de ascenso al Monte Aconcagua, bitácora que, confieso ahora, nunca escribí por temor a terminar relatando la historia de un fracaso. Tantas veces me dispuse a escribir en la pequeña libreta que llevo en cada viaje, al final, siempre encontré excusa para negarme. Cada intento significó arrancar la hoja, eso hasta que pude escuchar finalmente aquello que dictaba el corazón, y entendí que esta vez no habría relato, así, a excepción de la primera hoja, en donde figuraba el título, todas las demás quedaron en blanco, esperando ser llenadas alguna vez.


Es Enero de 2003, y estamos junto a Pepe y Gastón a 6.870 metros de altura, hace tan solo minutos que iniciamos el descenso desde la cumbre. Tras lograr la cima, lugar en donde no hubo tiempo ni deseos de descansos, decidimos bajar alrededor de cien metros buscando la protección que brindaban las paredes de la Gran Canaleta, el objetivo era tomar en ese lugar, el descanso que el cuerpo reclamaba después de la exigente y larga jornada de ascenso.

Hago vanos intentos por acomodarme bien en el diminuto recoveco junto a la pared rocosa, busco protegerme del gélido viento que asciende inclemente por la canaleta. Estoy feliz y satisfecho, tanto que creo no experimentar cansancio alguno; prolijamente ubico la mochila a la manera de apoya cabeza y suavemente echo el cuerpo atrás sobre las rocas hasta quedar tendido de espaldas, me quito las gafas y el gorro pasamontañas, inspiro hondamente y luego lanzo una exhalación. Me quedo así, inmóvil, fijamente observando el azul intenso del cielo.


Pared Sur del Aconcaguar


Es el instante que esperé con ansias desde hace largo tiempo. Durante la preparación previa, frecuentemente traté de imaginar este mágico momento, me juré que llegada la ocasión, haría el mejor intento para registrar en la memoria, todos los detalles, - hasta los más ínfimos -, como la disposición de los crampones y el piolet que tiré junto a mis pies, o la forma y color de las rocas circundantes, o los magníficos cordones montañosos extendiéndose más allá de lo que era posible ver a simple vista, y los rostros iluminados de mis compañeros regalándome las mejores sonrisas que hubiese visto en mucho tiempo. Detalles, muchos de ellos, algunos importantes y otros triviales, lo importante era registrarlos nítidamente, para evocarlos después una y mil veces.

Absorto, no caigo en la cuenta de cómo transcurre la hora, imposible saber si fueron sólo segundos, o largos minutos, la intensidad de las vivencias, adquiere aquí dimensión irreal. "!Se hace tarde, debemos bajar¡", es la brusca exclamación de Gastón para conminarnos a emprender el retorno. Efectivamente es tarde, todos, sin excepción iniciaron hace bastante rato el descenso. Nos encontramos solos.

El breve descanso fue suficiente para que los músculos se relajaran y el espíritu aquietara, con gran esfuerzo nos incorporamos, y alzando a la espalda las mochilas, nos aprestamos a iniciar el largo retorno hacia la seguridad relativa del campamento tres, emplazado a seis mil metros, casi a los pies del imponente Glaciar Polacos.

La canaleta es amplia, y hay abundancia de rocas inestables, desciendo en primer lugar extremando los cuidados, lo hago pensando en lo que todos sabemos, la mayoría de los accidentes en montaña ocurren al retorno, cuando se piensa equivocadamente que la aventura concluyó, error muchas veces fatal. El descenso continúa sobre terreno inestable. En algún momento pierdo pie y caigo sin mayores consecuencias, tanto así que Pepe y Gastón esperan pacientemente que me reincorpore por mis propios medios para continuar la marcha. No sucede así, y sigo durante largos minutos sentado.

Algo muy extraño me estaba sucediendo, la percepción inicial de que las cosas se sucedían vertiginosamente, había sido súbitamente reemplazada por la impresión que todo transcurría con extraordinaria lentitud, diría en cámara lenta. Intento ponerme de pie sin lograrlo. Tras un par de minutos, nuevo intento fallando por segunda vez. Me invade entonces una mezcla de extrañeza y también de mucho temor, no entiendo cabalmente lo que me está ocurriendo.

Mis amigos se han percatado que nada bueno sucede y prestos me brindan la ayuda necesaria para que logre reincorporarme; lo hago, pero solamente para avanzar treinta metros y volver a caer. Rechazo esta vez toda ayuda, al temor se suma ahora la rabia, generada por la impotencia de no saberse autosuficiente. En algún lugar de mi cuerpo, un fusible hacía cortocircuito dejándome sin energía para continuar.

Una y otra vez me repito "esto no puede estar sucediendo, quizás necesito un par de minutos para descansar, comer un poco, tal vez beber algo más....". No más de cinco kilos, pesaba mi mochila de cumbre, la sentía ahora como si pesara cincuenta; Pepe y Gastón deciden liberarme de aquel peso. Era urgente seguir descendiendo rápidamente.


Paso del Viento


Avanzando torpemente cuál ebrio, cayéndome tantas veces y logrando - gracias a mis amigos - ponerme cada vez de pie, pude terminar de cruzar el trayecto que va desde la Gran Canaleta, hasta el refugio Independencia, reino de vientos como los que nunca había conocido. No tengo dudas, si hubiese estado solo, en una de tantas caídas, finalmente agotado en extremo, me habría entregado al sueño profundo, de aquel que no es posible despertar más.


En el campamento tres, había preocupación, tres montañistas aún no volvían de la cumbre y la hora avanzaba peligrosamente llevándose consigo la luz natural. En el Aconcagua, todo el mundo sabe lo que hacen los demás, las noticias vuelan, se esparcen como la niebla. Todos sabían que el equipo Italiano había bajado al campo base Plaza Argentina, que los norteamericanos eran apoyados por verdaderos y genuinos porteadores sherpas de Nepal, y que la cordada de Holandeses no alcanzó la cumbre. Se sabía también que nuestro retorno de la cumbre estaba retrasado.


Campo tres


La última luz del día, acompañó nuestros pasos hasta el campamento tres. Avanzaba esta vez totalmente recuperado, cuestión que fue notoria una vez alcanzada la cota del refugio Independencia. Al llegar al campamento, fuimos recibidos con alegría, y un gran termo con café caliente. Solo recuerdo haberme sentado en la entrada de la carpa, quitado con dificultad los zapatos plásticos, y caer rendido en sueño profundo.


De algo estoy seguro, en algún momento de iniciado el descenso, un fusible de mi cuerpo hizo cortocircuito, probablemente misma situación ha ocurrido a muchos montañistas, desafortunadamente han perecido en la soledad de las alturas.


Mis amigos y yo en Polacos


Ellos no tuvieron la suerte que yo, de contar con un par de amigos extraordinarios como Pepe y Gastón, cuya amistad, - fuente de energía limpia - activó aquel otro fusible que todos llevamos, - no en el cuerpo, sino en el alma -, el mismo que nos permite sobreponernos a los momentos difíciles de la vida.

A ambos, mi gratitud.