julio 28, 2003

Nosotros nos divorciamos, vosotros os divorciáis, ellos se aceptan


Discusiones febriles acerca de una ley de divorcio para Chile, los dos mayores bandos en pugna, lejos de acercar posiciones y conversar para entenderse, intentan descalificarse en todas las formas, se desautorizan e invalidan a través de los medios disponibles, unas veces con sutileza, en otras -la mayoría - en forma grosera y despectiva. Tragicómico. Su actuación representa cabalmente el fondo mismo del problema que el uno y el otro, arrogantemente señalan estar en posición de solucionar. Ambas facciones, constituyen el más fiel reflejo de un matrimonio desavenido, de una relación destruida. No se escuchan, pretenden imponer, no abren espacios para la conversación, en definitiva no aceptan, ni aceptarán jamás, la existencia de otras visiones. En ese contexto, creen poder encontrar la solución. Mínimo triste.


Matrimonio


¿Se puede pretender legislar sobre un tema tan sensible como el divorcio, y no ser capaces de caer en la cuenta, que se experimenta el mismo proceso que conduce hacia el?. No es difícil entender entonces que la comunidad permanezca legítimamente desconfiada si continúa observando a quienes considera como líderes de opinión, actuando como cónyuges en proceso de separación. ¿Cuál podrá ser la resultante de un proceso anómalo en esencia?.

Sociedades divididas, parlamentos en ruptura, organizaciones en disolución, comunidades separadas, finalmente personas desavenidas. Solo para estos últimos se intenta legislar, que los otros sigan como siempre, separados de hecho, o viviendo, actuando o intentando legislar bajo el mismo techo, pero sin mirarse de frente, sin escucharse, sin aceptarse.


Amigos

Quizás lo que requiere Chile, - también el mundo -, es más conversación acerca de lo que significa aceptar, para entender de una vez por todas, que quienes nos rodean, son, como señala el biólogo Humberto Maturana, LEGÍTIMOS OTROS, así, con mayúsculas.

Esperanzas parecen haber, los jóvenes de hoy, -como nunca antes -, están asumiendo relaciones en las cuales todos constituyen legítimos otros, son ellos, quienes pueden conducirnos hacia mejores estados. Mientras tanto, sigamos Ud. y yo en el proceso de normar la ruptura, algo que los adultos sabemos hacer muy bien.




julio 24, 2003

Humanos, les observamos


Primitivo

Más allá del sistema solar, existen otros mundos habitados; en uno de ellos, el gobierno central analiza la posibilidad de invadir el tercer planeta del sistema vecino, conocido como Tierra, pequeñísimo y molesto mundo habitado por belicosos y primitivos seres, aparecidos hace tan solo ciento veinte mil años. Se hacen llamar presumidamente humanos, u homo sapiens sapiens. Dicen ser la especie dominante, así lo creen, están seguros.

La existencia de poderosas armas nucleares de destrucción masiva, es el argumento mas fuerte para justificar la invasión, hay sólido convencimiento que los primitivos, no están muy lejos de lograr la autodestrucción, cuestión que alteraría el perfecto equilibrio existente en el cosmos. Urge entonces el ataque, la ocupación y la eliminación de tan fastidiosos seres.

El momento es propicio, están ahora, - como nunca - ocupados de destruirse entre ellos, de usurparse territorio y apropiarse de lo que consideran riqueza, un pestilente y negro fluido que llaman petróleo, causante de la ruina ambiental, y que parece ser el elemento que permite todo movimiento.


Guerra

Solo en algunos cientos de miles de años, pasaron de bestias inocuas a convertirse en amenazantes seres. Fue la guerra - su estado permanente - el poderoso mecanismo que lo posibilitó, exclusiva vía a través de la cuál logró considerables avances en tiempo breve. En un mundo rico en criaturas de muy variados tipos, no quiso el humano establecer comunicación con otros, en vez de esto, opto por erigirse como el dueño de todo y de todos, así determinó que otras formas de vida estarían destinadas a ser utilizadas exclusivamente en su propio beneficio. A muchos transformó en alimento, implacablemente perseguidos por tierras y mares, gran número ya no existe, su destino fue la extinción. Otros han sido arrancados, quemados, convertidos en astillas, pulverizados. El espacio que ocupaban era necesario. Poco importó que esos mismos, fuesen los únicos purificadores de la frágil y contaminada atmósfera terrestre.

Tan espantosa depredación, no ha impedido que más de la mitad de estos primitivos, vivan en condiciones de grandísima carencia y necesidad, constatándose días tras día, la ocurrencia de cientos de miles de muertes. Una de las comunidades existentes, quizás las más particular, basándose en su poderío militar, se autodenominó potencia, intentando acto seguido, tomar control de aquel mundillo en su totalidad, a través del tiempo y con distintas estrategias, - unas más sutiles que otras -, ha ido paulatinamente apoderándose de todo, a la última la llamaron globalización, y solo recientemente las comunidades mas débiles están entendiendo los verdaderos alcances de tan funesto plan. Las comunidades más renuentes, han sido falsamente acusadas de construir armas de destrucción masiva y de poner en peligro la seguridad global. Bajo ese criterio, se concertaron para invadir, ocuparon, destruyeron, finalmente arrasaron.


Amenaza de destrucción


El planeta amenaza ha experimentado sucesivas extinciones masivas en su extenso tiempo geológico, siguen estas un patrón de ocurrencia cada 28 a 30 millones de años terrestres. Los humanos han estudiado con más profundidad la ocurrida hace 65 millones de años, que acabó con bestias colosales que ellos llaman dinosaurios. Es cosa de breve tiempo geológico, para que un nuevo evento de magnitud ocurra. En ese momento, despertará de su sueño de grandeza y tarde entenderá que su existencia era tan efímera como la de aquellos seres que exterminó.


Desde nuestro lejano mundo les observamos, seres presuntuosos, engreídos y arrogantes, no merecen compartir el infinito regalo que ha significado la evolución, estamos atentos, su eliminación llevará tranquilidad al resto de las criaturas del cosmos.





julio 22, 2003

El primer Mandamiento

Ya sabe la tierra de Yendegaia, la siniestra amenaza que desde el norte, avanza inexorable y letal. Con furioso bramido, el viento fue portador de primeras advertencias, más tarde las aves, volaron cientos de kilómetros, - esta vez al sur -, y con alarmado graznido se presentaron para comunicar tan infaustas noticias.

Tierra del Fuego


Es el humano otra vez, de todas las criaturas existentes, tal vez la única, capaz de atentar contra su propia morada. Nuevamente él, otro intento por arrebatar, nuevo empeño por tomar el poder. A las numerosas tentativas del siglo pasado, por extraer sin control ni medida la riqueza de sus bosques extensos, se suma esta, preparada con extrema meticulosidad y precisión. No quiere esta vez fallar, por ello no ha descuidado detalles ni escatimado recursos para lograr tan aciago propósito. Toda la tecnología a su servicio, perfecto aliado para lograr éxito en esta, tal vez la conflagración final.

La amenaza que viene del norte se llama camino de penetración, verdadera herida que lentamente ha ido desgarrando las entrañas de la tierra, su construcción permitirá consolidar finalmente la invasión. Con habilidad y precisión de cirujano, ha logrado vencer el hombre, la resistencia que la tierra ha presentado en lucha desigual. Los primeros enfrentamientos se dieron muy lejos, no constituyó gran dificultad vencer el escollo que representaban las amplias estepas existentes tras cruzar el Estrecho de Magallanes, tampoco lo fue el viento o la nieve de los crudos inviernos, nada de esto detuvo su avance, había que llegar con prontitud al último tercio de la gran Isla, aquel sitio en donde tras los primeros contrafuertes cordilleranos, ocultaba Tierra del Fuego, el más preciado tesoro, aquellas grandes extensiones de bosques. Las últimas reservas. Es en estas latitudes en donde aún se preservan de la depredación brutal.


Camino de penetración

Pronto estuvo el camino a las puertas mismas del bosque, intentó entonces la tierra obstaculizar el avance interponiendo el cauce de los ríos, a la postre oposición tan efímera como estéril, sólidos y macizos puentes se levantaron para superar. Mayor resistencia ofrecieron las extensas y hermosas turberas, por un momento pareció que estas detendrían la acometida humana, no fue así, significó la llegada de poderosa tecnología que rápidamente a la turba doblegó. Encolerizado por las continuas demoras, aplicó entonces el hombre golpe grosero y brutal abriéndose paso a explosiones, cientos, miles de ellas, destrozaron los últimos intentos de la tierra por resistir.

Estamos ya en Julio de 2003, las otrora azules aguas del Lago Deseado, están ahora teñidas con el petróleo y el aceite utilizados de alimento para la monstruosa maquinaria. Avida siguió avanzando, ahora en busca del Lago Fagnano, su hijo, el río Azopardo y la bella Caleta María. Ellos no escaparán, y pronto el espantoso crujido de árboles cediendo ante la potencia de caballos de fuerza, o el sonido de motosierras abriendo paso, serán lugar común en aquellos parajes maravillosos. La cordillera de Darwin, y los turbales del Betbeder, tal vez los últimos bastiones de resistencia. Vencidos estos, la serpenteante herida alcanzará el paso de las Lagunas, el valle del Lapataia y finalmente el Río Yendegaia, momento en que el hombre creyéndose triunfador, alzará victorioso los brazos. Habrá doblegado resistencia monumental.

No parecen haber esperanzas, hasta el organismo más simple, entiende perfectamente que es gran error, contra el propio medio atentar, la tierra es la morada de la especie humana, la responsabilidad del hombre es proteger y preservar, vital entender que los compulsivos esfuerzos por ocupar todo nicho deben orientarse hacia el espacio exterior, transformando en fértiles, áridos y lejanos mundos, llevando vida adonde no la hay. La tierra es el vivero, comprometer su futuro es error garrafal, Y significará probablemente quedar en la antesala de la extinción total.

La construcción de un camino, será siempre sinónimo de impacto, lo es en la ciudad, mayormente en las últimas zonas prístinas del planeta. Al sur del paralelo 38, están los últimos bosques nativos sub-antárticos del mundo. Hace 200 millones de años, colosales catástrofes terminaron por dividir en dos al súper continente Pangea, una de esas masas era Gondwana que hace 135 millones de años, volvió a separarse formando la Antártica, Sudamérica, Australia, África, Madagascar, Arabia y la India. Los bosques de Tierra del Fuego, son formidables sobrevivientes a esos colosales cataclismos. Hoy su existencia está seriamente amenazada, esta vez por una especie de reciente aparición.

La lucha está lejos de terminar, están en pie aún, quienes han asumido la defensa de la tierra, sus bosques y criaturas como un postulado esencial, buscan afanosamente formas para que las heridas infligidas, sanen antes de un desangramiento fatal. La Fundación Yendegaia es una de ellas, férrea unión de voluntades para lograr un imposible, preservar el maravilloso paraíso natural ubicado en la Tierra del fuego, al sur del Lago Fagnano. Aparente contrasentido, - resguardar para que el destructor, pueda mas tarde beneficiarse de forma verdadera.

Camino de penetración

Esperemos todos en que no muy tarde, entienda la especie humana que manidos conceptos, como geopolítica, desarrollo sustentable o manejo de recursos, han sido creados bajo el más implacable criterio de depredación. La construcción de un camino de penetración significará probablemente el principio del fin para los últimos bosques templados del mundo.

No destruirás la morada, mandamiento que aún la especie humana, está lejos de observar.


Dedicado a la Fundación Yendegaia, esfuerzo que es esperanza.






julio 10, 2003

Ladan y Laleh - El último y más sublime acto humano


Afarensis


Tras millones de años de evolución, Homo sapiens sapiens logró convertirse en la supra especie que es hoy, tan dramático proceso le permitió acceder a una característica no compartida con ninguna otra de las especies existentes, esto es, la plena conciencia - en cada uno sus individuos -, de la propia individualidad y existencia.

Inexorable es la marcha evolutiva. Aquella misma especie orgullosa y presumida de su conseguida individualidad, sigue avanzando a pasos agigantados hacia otros estadios, nueva especie comienza a surgir, el Homo-siamensis. Todos unidos con todos, millones de cuerpos distintos unidos a cerebro colectivo. El Único y gran organismo.


Inyectando soma


Uniformidad, principal característica de Homo Siamensis, compra lo mismo, come, viste, desea, lee, siente, piensa y odia lo mismo, también se está muriendo de lo mismo. Ninguno de sus individuos quiere tomar el riesgo de la separación, y asumir la responsabilidad de propias decisiones, ser y actuar distinto. Todos huyen de ejercer ese manido concepto de individualidad, al contrario, se sienten muy cómodos así­. El gran cerebro estableciendo lo que hacen y lo que harán. Insuperable. Que otro diga lo que debe leerse en periódicos, escuchar en radio o ver en TV. Si todos lo leen o lo ven, por algo será, debe ser bueno. ¡Deme dos!.

De forma natural, toda especie, desarrolla eficientes mecanismos de autodefensa. Homo-siamensis no es la excepción, así todo intento de separación movilizará poderosas fuerzas para controlar a la unidad bajo comportamiento anormal. Pensar distinto o actuar de manera diferente lo es. Prioridad uno, neutralizar.


Ladan y Laleh

Quizás por eso nos conmueve profundamente, el que dos personas, asumiendo el más grave de los riesgos, determinen por propia voluntad, separarse para acceder a la libertad de actos y vidas distintas, unidas durante toda la vida, pero sin poder mirarse de frente jamás - igual que homo siamensis -, decidieron un día que bien valía el riesgo, por tan solo precioso segundo de libertad.

Lágrimas rodaron por mis mejillas, la profunda pena de saber que sus muertes significaron quizás, el último y más sublime acto de verdadera valentía humana por obtener aquella plena libertad.

En homenaje a Ladan y Laleh Bijani




julio 08, 2003

El hombre que creyó venir del Sur


Bagual

En los confines más australes de Chile y del mundo, allá en Tierra del Fuego, aún señorean bestias formidables, son los llamados baguales, enormes vacunos en estado salvaje. En el siglo pasado, y transportados en rústicas embarcaciones por los primeros colonos, llegaron a estas ignotas tierras en donde recuperaron la libertad. Intento vano por capturarlos, finalmente huyeron para sumergirse en lo profundo de bosques y montañas. Aquí se multiplicaron, crecieron, y más salvajes aún se hicieron. Pronto olvidaron el manso pasado en las extensas pasturas del norte, y aquel indomable y bravío espíritu, - adormecido durante tantos siglos -, despertó otra vez con toda fuerza.


Fiordo Almirantazgo

Es noche de febrero, animadamente conversamos sentados junto al calor de la cocina a leña - la estufa - como suelen llamarla acá. Nuestro anfitrión es Reinaldo Catalán, el más insigne Campañista de estas latitudes, para los amigos y desde ahora también para nosotros, será simplemente Don Cata. Ni siquiera el amargo sabor del mate que bebemos, logra distraernos y absortos escuchamos los relatos, solo interrumpidos cuando el turno de aspirar la bombilla corresponde al único narrador. Afuera, el viento patagónico ruge furioso agitando árboles y mar por igual. Desde la casa, claramente se escucha, el seco golpe de las olas castigando las soberbias laderas rocosas del fiordo Almirantazgo. Miles de años atrás, sus paredes fueron labradas durante el retroceso de masas de hielo colosales. La misma luna que contempló esa dramática formación, lo ilumina ahora, transformándolo a nuestra imaginación como abiertas mandíbulas de monstruosas fauces, listas para devorar.


Caleta María

En Patagonia, campañista es sinónimo de arriero, estirpe en extinción de hombres recios y diestros, los únicos capaces de soportar el rigor del fin del mundo. En su modesto hogar, es Don Cata persona amable, sencilla y cordial, siempre dispuesto a contar una vez más las aventuras acumuladas durante más de cincuenta años recorriendo contrafuertes y estribaciones de la cordillera de Darwin, y los innumerables cajones boscosos que transforman la zona en laberinto infernal. Por más de cinco décadas fue el único habitante existente en cientos de miles de kilómetros cuadrados "es el pequeño patio de mi casa", señala soltando una risotada a estas alturas familiar. Escuchándole se tiene total certeza que esta tierra no tiene secretos para él. Hace no muchos años, se estableció aquí, en su amada Caleta María, lugar donde las aguas color turquesas del hermoso río Azopardo, se unen para siempre con el mar.


Campañista

Don Cata es del norte, las tranquilas tierras de Osorno le vieron alguna vez nacer, esas mismas tierras de donde probablemente también provienen los ancestros del bagual. Curiosa semejanza, hombre y bestia con historias tan increíblemente similares, llegaron a estas comarcas desde lejanas latitudes, despertó aquí en ambos lo originario otra vez. Desde el primer momento fueron mortales enemigos, furiosos adversarios, antagonistas furibundos, no importó la inmensidad, nunca hubo ni habrá espacio suficiente para los dos. Aquel impulso primitivo por defender el territorio les impide aceptar en sus dominios a todo competidor. Baguales y Don Cata lo son, por eso sostienen lucha que solo la muerte de uno de los dos, extinguirá.

"Varias veces lo he tenido en la mira del rifle", nos dice Don Cata refiriéndose a su enemigo, el gran toro negro de rojos ojos, "hemos estado frente a frente, solos los dos, sus enormes ojos rojos, inyectados de furia asesina, es algo difícil de olvidar…". También Plata, su noble y fiel caballo, conoce de la fiereza del bagual. Alguna vez, sorpresivamente saltó desde la espesura del bosque para embestir con inimaginable saña, solo la habilidad de Don Cata, les salvó aquella vez.


Paso de las Lagunas

No se trataba de alusión genérica a los baguales, claramente se refería a uno en especial, un muy enorme y furioso toro bagual que recorría los bosques del lugar, el mismo animal que insolentemente había declarado como sus dominios exclusivos toda la extensa zona entre los ríos Azopardo y Lapataia. "El paso de las Lagunas es su lugar favorito para atacar, ahí no hay bosque en donde guarecerse así es que deben cruzar con mucha cautela, mañana les acompañaré hasta el portezuelo que existe más allá del río Fontaine, a partir de ese punto estarán solos en el dominio del gran bagual…".

Dicho esto, se levantó súbitamente de su asiento, y dio por terminado el relato, nosotros quedamos mirándonos sorprendidos. Jamás en nuestra planificación, estuvo comprendido algún análisis de peligros de este tipo, inimaginable hubiese sido solo pensar en que no era el terreno, el clima, o los ríos, los peligros objetivos del cruce. Era en cierto modo inaudito caer en la cuenta ahora, a mitad de camino de la expedición, que enfrentábamos un peligro objetivo de esta naturaleza. Pronto nos retiramos a dormir, no fue fácil, la conversación se extendió largamente discutiendo acerca de cómo, una persona, con su mochila al hombro, y a campo traviesa, cuyas únicas armas, son un par de bastones o un piolet, hace frente a la furiosa embestida de un animal de ochocientos kilos. Esa noche, no hubieron precisamente ovejas en nuestros sueños.


Yendegaia

Al día siguiente, continuamos nuestra marcha rumbo a Yendegaia. Tal como lo había prometido don Cata, nos acompañó hasta aquel portezuelo desde donde se apreciaba casi por completo el formidable cajón del río Toledo. Allá lejos, donde la vista se perdía al oriente, a unos tres o cuatro días de marcha se adivinaba el paso hacia los cajones cordilleranos que conducirían al valle de Lapataia. Previo a despedirse nos recomendó extrema cautela y mantener la cota en el cerro, ni muy abajo para caer en los campos inundados por los castores, ni tan arriba para enredarse en los bosques aparragados. Lo vimos alejarse lentamente, hombre formidable en tierra formidable, conocerlo fue grande privilegio.

Nunca vimos al gran toro negro de ojos rojos, sentimos sí, permanentemente su presencia mientras avanzábamos hacia el sur, estamos seguros que muchas veces nos observó atento. Para nuestra fortuna nunca apareció, probablemente olfateó nuestro miedo y determinó que no éramos dignos adversarios, pusilánimes e insignificantes hombres urbanos de paso, eso y nada más. El contrincante verdadero, ese que jamás temor demostró, el perseguidor implacable, el único digno de enfrentase a su furia, era aquel campañista a quién apodaban don Cata.

El tiempo nos permitió entender que Don Cata y el gran bagual negro, se profesaban mutuo y solemne respeto. Hombre y bestia se reconocían como últimos poseedores del indomable espíritu de Tierra del Fuego, la muerte de uno, significaba la muerte de ambos, por eso tantas veces el rifle falló o la cornamenta esperando por sangre fresca quedó.

Desde aquella vez, he viajado muchas veces a esta maravillosa tierra, siempre dicen que es imaginación mía, que aquel poderoso bramido que escucho, es solo el viento, callo y nada digo, no tengo dudas, es el gran bagual, está allá en los montes, sus eternos dominios, desafía al campañista, honorable rival como el que nunca habrá más.


Fragmento de la bitácora de viaje a Tierra del Fuego. Cruce terrestre desde Pampa Guanacos a Bahía Yendegaia. Febrero de 1994.





julio 02, 2003

Ni el mejor marketing del mundo

Camino por calle Ahumada en dirección al metro, uno más de los miles que apurados se desplazan. Es la hora punta, el momento en que la gran masa coincide en la calle. Estampida rumbo al trabajo, o al hogar. Escena repetida una y otra vez, día tras día, con asombrosa exactitud y regularidad. Esta noche, un elemento ajeno y singular, rompe la árida monotonía del paisaje urbano, lo veo casi por casualidad, está allá arriba en lo alto, suspendido a varios metros de altura; sorprendido sigo avanzando, diminutas figuras humanas advierto en su interior, se mueven, observan, caminan. Inmediatamente debajo de la estructura, enorme cartel explicando la situación. Entiendo todo ahora. Campaña publicitaria para remecer conciencias, intento por captar la atención de nosotros, los miles de seres que, amparados por el anonimato y la seguridad de la rutina, transitamos indiferentes treinta metros allá abajo.

Levantar la vista

Toda la potencia y poder de las herramientas de marketing y publicidad al servicio de noble causa. Han instalado una mediagua, - una verdadera -, incluidos habitantes que allí permanecerán, obtener recursos para construir más viviendas básicas es el objetivo. Sin detenerme, miro en derredor, nadie la ve, los pocos que lo hacemos, es casi de casualidad, mayoría apretujada frente a la escala mecánica para sumergirse en la ciudad. Parece increíble, está sobre nosotros y no la vemos, mínimo movimiento bastaría, no lo hacemos.

Buen intento publicitario, funcionaría si nosotros, supiésemos mirar hacia arriba, a lo alto. Mínimo movimiento bastaría, es cierto, al fin y al cabo es un acto esencial, quebrar la inercia, levantar la vista, enfrentar y vencer de una vez por todas el agobio infernal. Se logra desde lo interno, y el marketing es lo externo, he aquí la falla fundamental.