junio 09, 2006

El cristal mas valioso del mundo

Dolor
Súbito e intenso dolor me ataca, agudísimo. Instantáneamente llevo la mano hasta la zona renal, ademán que a estas alturas viene siendo casi un saludo. No necesito consulta médica ni exámenes clínicos, sé quién es, viejo conocido que acostumbra visitarme cada cinco o seis años. Mantiene los mismos pésimos modales de siempre, no acostumbra a anunciar sus visitas. En jerga de alópatas un cólico nefrítico, en la mía "otra vez esta gueá espantosa". Y es que no existe otra forma de llamar a una pétrea concreción descendiendo desde el riñón hacia la vejiga, que avanza por esa nanométrica tubería llamada uréter, rasgando todo a su paso, causando – dicen los expertos - uno de los dolores más agudos que existen.

Llegó de madrugada la primera vez – suele hacerlo – hará unos quince años atrás, como no sabía que era, pensé de inmediato en una contractura fuerte, comencé entonces a realizar ejercicios de elongación, el dolor siguió en aumento y se agregó sudoración y náuseas, contraataqué con relajación y respiración, concentrándome de la mejor forma que pude para controlar el dolor. Imaginaba largos cables extendiéndose desde el cerebro a la zona lumbar, y luego un poderoso alicates cortando aquellos alambres a través de los cuales fluía el dolor. Esfuerzo ingenuo y estéril, finalmente me declaré incapaz de toda acción mitigadora y partí a la clínica.

Si bien intempestiva, la segunda visita, me sorprende mejor preparado, no hubo esta vez elongación ni vanos intentos de concentración o control mental nunca poseído. Visita domiciliaria la primera vez, esta en cambio al lugar de trabajo, táctica óptima, sorprender con una visita a la misma oficina. Sabía bien que disponía de escaso tiempo antes que la tortura bloqueara incluso el pensar. Rápidamente pedí un taxi para dirigirme a la clínica. Minutos más tarde estoy tendido en blanca camilla observando como fluyen las gotas de la potente codeína. Una a una, abandonan lentamente la transparente bolsa-riñón que cuelga, al siguiente instante avanzan por el tubo-uréter, pronto se pierden tras contacto con la aguja que conecta aquel sistema-nefrítico a mi cuerpo.

La somnolencia causada por el sedante, no me impide escuchar la voz del médico de turno "Si al menos supiésemos que tipo de cálculo es". Mi cerebro retiene aquella única frase, y acto seguido elabora la estrategia de feroz y encarnizada cacería. A partir de aquel instante, obsesionado con la idea de capturar tan execrable piedra, el mundo me verá pasar al baño premunido siempre de un gran colador rojo, poderosa arma que permitirá atrapar al condenado engendro causante de tan grandes dolores. Después, cuál caballero marchando triunfante de retorno de la cruzada, conduciré al maldito hasta el laboratorio, lugar en donde develados sus misterios, los alquimistas prepararían la cura definitiva y total.

Pasó que mis afanes dieron frutos. No mucho tiempo después, - un inolvidable día -, lo capturé. Bajo la lupa se aprecia espantoso, repulsivo, un deforme y terrorífico erizo de cristal. Se protege con millones de amenazantes púas. Siento ganas de aplastarlo, machacarlo con la misma lupa, lanzarlo al piso y triturarlo, contengo la rabia, necesito enviarlo al laboratorio. Días más tarde, un escueto informe señala, tamaño: 8 mm, tipo: "oxalato de calcio", busco con desesperación alguna descripción acerca del antídoto o cura definitiva. No había. No existe aquello, solamente pude conocer el nombre de mi enemigo.

Laser
El último ataque de Oxalato fue hace un par de días, esta vez se enfrentó al tremendo poder de la tecnología. Por obra y gracia de analgesia de última generación, el dolor inicial, mágicamente se convirtió en dolorcillo, acto seguido, máquina prodigiosa localizó el punto exacto en donde se ocultaba. Ahí está ¡ exclama con entusiasmo el radiólogo, dice esto al tiempo que levanta su dedo, después, cuál dios iracundo, aprieta con furia el botón que activa el rayo de muerte. Unos minutos después, Oxalato está convertido en millones de inofensivos cristales que inician ahora suave descenso hasta abandonar mi cuerpo.

Poco se sabe acerca de la génesis de estas dolorosas petrificaciones, dicen que podría ser el metabolismo, o tal vez la dieta, deja de beber coca-cola me decían algunos. Después de leer al Dr. Deepack Chopra, quién señala: "Donde quiera que va un pensamiento, un proceso químico le acompaña", no puedo evitar una reflexión acerca de la posibilidad cierta que los dolores del alma, lentamente acumulándose, fuesen solidificándose en profundas y desconocidas zonas del cuerpo, adquiriendo en ese proceso, lacerantes formas, para luego, ser expulsados del cuerpo en ciclos de tiempo que aún no conocemos,

cristal
Y si todo el sistema renal tuviese, además de las funciones puramente orgánicas, una función depurativa asociada a la esencia?. Tendría entonces que dejar de ver a mis oxalatos, como deformes y terroríficos erizos de cristal. Se trataría de mis propias congojas y aflicciones, todas las penas y angustias vividas hasta ese momento. Será por eso acaso que bajo la lupa lo vi tan espantoso?. Quizás debí observar a Oxalato con otra mirada, sostener la vista un momento en sus millones de cristales que creí amenazantes, y observarme atentamente en su reflejo. Seguramente no hubiese sentido esas ganas por aplastarlo o machacarlo con la misma lupa hasta triturarlo. En vez de eso lo habría tomado cuidadosamente, - cuál tesoro -, millones de hermosos cristales cuya génesis estuvo en los dolores del alma, en mis propios y amados dolores.

Existirá en el mundo un cristal de mayor valor?.