mayo 25, 2004

Patagonia - Tierra de hombres verdaderos

"a la frente no se le puede disparar, es preferirle tirarle a la paleta, así la bala atraviesa el corazón". De esta forma, relataba José Guenche el modo en que solía cazar leones en Isla Riesco, allá en la Patagonia salvaje, así suelen llamar en estas tierras, al mayor de los felinos chilenos, el Puma.
Al calor de unas brasas, convérsabamos una muy fría noche de Febrero de 2002, iluminados solamente por la tenue luz de una gastada candela. Afuera, el viento magallánico rugía con la fuerza de león colosal sacudiéndo con increíble facilidad a enormes y robustos árboles, transformados ahora por su obra, en frágiles y endebles arbustos. Su acción delataba también la existencia de cientos de pequeñisimas rendijas, - cuál heridas abiertas aún no sanadas en la improvisada choza -, permitían al ventarrón colarse, agitando con denuedo la frágil llama de la vela. A ratos parecía que finalmente se apagaría dejándonos al desamparo de la oscuridad, increíblemente volvía a erguirse iluminando con más fuerza y permitiéndo a veces, observar el brillo en los ojos de José mientras relataba pormenores de la feroz lucha con el formidable animal.

Puesteros de Tierra de Fuego

Durante los más de diez años que he dedicado a recorrer la Patagonia, - expedicionando el último tercio de Tierra del Fuego, las estribaciones de la Cordillera de Darwin, o explorando la salvaje Isla Hoste -, he conocido tipos realmente rudos, moldeados por la fragua de la naturaleza, en una de las regiones más indómitas del planeta. Aquí conocí a los Puesteros, hombres que solo saben de una estación, la única que existe en estas vastedades, la mas cruenta, la más fría, acompañados únicamente por sus caballos, viven la soledad y el destierro casi con naturalidad. Están los Bagualeros, oficio inverosíimil e inaudito de admitir en pleno siglo ventiuno, azuzándo a fieras jaurías de perros, que enceguecidas por el olor a sangre, acorralan a salvajes vacunos, los mismos que a comienzos del siglo pasado escaparon de sus captores para perderse en la inmensidad de los bosques y montañas patagónicas. En las profundidades, volvieron a primigenios estadios, son los temibles baguales. Ahora huyen de sus perseguidores, los bagualeros, la venta de su carne les permite comer y vivir. Están también quienes se dedican a la domadura de ariscos, soberbios broncos salvajes de orígenes similares a vacunos baguales, extraordinaria lucha presentan antes de rendirse y someterse al verdugo que finalmente les arrebatará su atrevida libertad.

José Guenche, había sido de todos estos, "...pero el oficio que más me gusta, es el de leonero" señaló con entusiamo, "claro que uno siempre tiene al SAG, al acecho" se quejó. Para evitar problemas con la ley, una vez terminada la faena de caza, el leonero extrae el pellejo del felino, el cuerpo pertenece a sus perros. Será el cuero, la prueba que permitirá el cobro de los honorarios contratados, "entre cientocincuenta y doscientos mil pesos, cada león", apunta, una vez efectuada la transacción, procederá a
quemar todo indicio de caza. Son los estancieros, normalmente, los eventuales patrones del leonero, le contratan, hastiados yá de sufrir la pérdida del ganado por la acción de los feroces felinos, finalmente optan por llamarles. Solución definitiva en una tierra en donde la convivencia de hombres y bestias no parece posible.

Fascinado por el relato, pregunto detalles de su labor, "imagino que posee un buen rifle, de esos de largo alcance y precisión", le digo aparentando un falso conocimiento de armas. Quedo perplejo con la inmediata respuesta, "no tengo rifle, no me gustan, utilizo una pistola calibre 22, con ella y mis perros, basta". Instantáneamente me imagino frente al león, ciento cincuenta kilos de puro músculo, capaz de saltos de más de diez metros, acorralado por los sanguinarios perros, desbordado por la adrenalina. Imposible concebir la escena !. Divertido tal vez por mis muestras de asombro, comenta que no pocas veces debió ingresar al mismo cubíl en donde las fieras suelen dormir. Sin posiblidad de cometer error alguno, descerraja todos los tiros de su arma, vacíandola por completo en el animal, "es que no hay alternativa, cualquier duda es sinónimo de muerte segura".

Y así continuó José relatando como perseguía durante días y días a su presa, acompañado tan solo por sus perros y armado con su pequeña pistola, - chascarrillo de arma frente a tan imponente animal - . Son los perros, incansables cancerberos los que terminan por acorralarlo, cansado por una persecución de días, trepa a un árbol o se agazapa mostrándo garras y colmillos, infernales ladridos habrán señalado al leonero el sitio exacto en donde habrá de tener lugar el enfrentamiento final. La bestia, acozada, suele atrapar entre las garras a alguno de los enceguecidos perros, lo sujeta por el cuello, el perro aulla lastimeramente, último recurso para provocar el pavor entre sus perseguidores. Pronto llegará el leonero y pondrá fin a tan injusto enfrentamiento.


Jorge Milla, fragmento de la bitácora de viaje a la Isla Riesco. Expedición realizada en Febrero de 2002.





No escapemos, son personas

Imagine por un momento que la ciudad en donde vive usted feliz en compañía de sus seres más queridos, es invadida súbitamente y todos sus habitantes perseguidos y atacados.¿Hacia que lugar correría para refugiarse y poner a buen resguardo a su familia?. ¿Cuál pensaría Ud. que es el sitio más protegido y seguro?. Tómese algunos minutos y analice con calma.



Dawn of the dead


Mientras reflexiona, debo contarle que según postula el director de cine Zack Snyder, en su última película titulada "Dawn of the Dead", el sitio más seguro de la ciudad sería un Mall. Sí, efectivamente, se refiere Snyder a uno de esos descomunales centros comerciales que crecen en distintos puntos de las metrópolis de occidente, fagocitando con voracidad todo aquello que se encuentra cercano al punto en donde hubo de emplazarse la primera piedra de lo que después se convertirá en la más amorfa y antiestética de las edificaciones urbanas.

En el film, el planeta tierra es diezmado por plaga pavorosa que convierte a los muertos en zombies hambrientos de carne humana. Se produce increíble y terrorífico caos, y muy pronto las ciudades son devastadas tras el paso de las huestes de muertos-no-muertos. En un pueblo occidental cualquiera, grupos de aterrorizados habitantes atinan huyendo hacia la edificación más segura, protegida y sólida de la ciudad, ahí se atrincheran para luchar contra el formidable invasor. La fortificación se transforma así en emblemático lugar.
El Mall, último reducto de la raza humana.

Muy pronto, las hordas de zombies, se encuentran a las puertas mismas del Mall, haciendo vanos intentos por destruir las puertas de acceso, construidas con varias capas del mejor de los vidrios, ese a prueba de ruidos, balas, o impactos mayores. Los humanos observan desde la seguridad que ofrece el interior, protegidos por ese mismo vidrio que hasta hace algunas horas, les permitía mantenerse felices, aislados de tanta molestia exterior.


El nuevo templo


Notable y ácido remedo de la sociedad actual. El Mall, nuestro reducto. Elevado a la categoría del más sacrosanto de los templos de occidente, ese que acoge al humano cuando es presa de inseguridades, o es atacado por pesadumbres, melancolías y amarguras, todas ellas malignas formas de infelicidad. En su interior, encuentra la tranquilidad y paz necesarias para practicar las nuevas formas de liturgia. Aquí, temporalmente cobijado, va y viene por las amplias naves del templo, inclinándose ante ídolos que primorosamente extienden manos para acercarlo un poco más al reino que si es de este mundo, el del consumo. Que duda cabe, el Mall, lo más próximo al paraíso en la tierra.

Durante el devenir de la historia, el camino hacia los sitios sagrados no era fácil, las más duras pruebas dejaban en el trayecto a muchos de los aspirantes a la santidad. En el nuevo culto, esto no es así, - de ninguna manera - se trata de dar a los devotos, las más amplias facilidades para acceder al templo. Un día, la voz del nuevo dios se escuchó por doquier, haced que todos los caminos conduzcan a mí, de forma rápida, cómoda y segura. Sentenció también severa, aquel sin paciencia para estacionar no entrará jamás a mi reino.


solo estadísticas


Siempre sucede, la realidad supera una y otra vez a la fantasía, en este caso, a un film en apariencia modesto. Nuestra actual sociedad tiene desde hace mucho sus propios zombies, todos aquellos sin cabida en estos templos, - no puede ser de otra forma -, consumir no pueden, carecen de mínima capacidad para ello. Son los pobres, cientos de miles, millones de ellos, el chorreo económico siquiera alcanzó a salpicarles, anónimos seres que conocemos solo por las frías estadísticas, indignamente graficados, cien de ellos, barra color verde, mil de ellos, barra amarilla, color rojo para el millón, viven sus angustias en total desamparo confinados a gettos urbanos para impedirles se acerquen al lugar en donde nosotros vivimos felices nuestra fiesta.

Para quienes no la sufrimos, la pobreza extrema, aterra y mucho, mirarla un poco más de cerca, rozarla siquiera levemente, atemoriza, hace temblar. Está en la naturaleza del hombre negarla de alguna forma, - o de todas las posibles -, como niega todo aquello que le resulta inimaginable e inaudito. Mejor olvidarla, no es posible que exista algo así. Tal vez ello explique porqué huimos con pavor de quienes la padecen. Espectros que nos señalan que algo no está bien allá afuera.


Favela


Imagine por un momento que la ciudad en donde vive usted feliz en compañía de sus seres más queridos, es invadida súbitamente por cientos y cientos de pobres y menesterosos. ¿Correría Ud. a refugiarse y poner a buen resguardo a su familia?. ¿Cuál pensaría Ud. que es el sitio más protegido y seguro?.

No lo piense dos veces, corramos juntos al Mall.

Jorge Milla





mayo 16, 2004

Atrapados por la peor de las nieblas

"¡ Hay que devolverse, no es por acá!" gritó Gastón a la vez que cubría su rostro para protegerse del viento que azotaba con fuerza.


Visibilidad cero



Y otra vez a subir para intentar retomar por aquel otro lugar que sí parecía corresponder. No es así, y una vez más a subir o bajar, perdida la cuenta de cuantas veces habíamos ascendido o descendido por aquellas laderas cubiertas de aparragados. "¡Ese lugar, lo recuerdo!", exclama eufórico Gastón, "esa formación de rocas manchadas allá, a diez metros a la izquierda, estoy seguro, por ahí es!". Resueltos nos dirigimos hacia el lugar señalado, una vez más solo para comprobar una nueva desilusión, - tampoco era -, grandes farallones rocosos en cuyos bordes se adivinan terroríficos precipicios, interrumpen nuestro avance. Estamos preocupados, pero aún no lo suficiente como para expresarlo. En no pocas veces, - ambos -, habíamos estado expuestos a situaciones difíciles y complicadas, la experiencia señalaba que era cosa de mantener la tranquilidad, concentrarse y evaluar con mente fría para que las cosas se resolvieran a nuestro favor.

La niebla se hacía a ratos tan densa, que impedía visión a más de cinco metros, en algún momento, tras un par de horas de inútiles iteraciones, nos enfrentamos a lo que sin reconocerlo en nuestros fueros internos, considerábamos una grande humillación, sentir y sentirnos desorientados, perdidos. Sabernos montañistas relativamente avezados, con bastantes expediciones en la zona, nos hacía sentir aún más degradante la situación. Costó aceptarlo, finalmente fui yo, quién con algo de aturdimiento expresó la primera frase reconociendo el hecho concreto, "no podemos continuar, llevamos horas iterando desorientados, debemos levantar un campamento hasta que las condiciones meteorológicas mejoren". Sentí que Gastón exhaló aliviado, - en rigor -, era lo que correspondía hacer, solo que nuestro orgullo nos impedía admitirlo y seguíamos porfiadamente buscando la forma de orientarnos, sin darnos cuenta nos convertíamos en presa fácil del agotamiento y la hipotermia, temibles espectros aguardando siempre por una víctima.



Campamento primer día


Y fue así como debimos montar un campamento de emergencia, aquí, en los contrafuertes mismos de la majestuosa Cordillera Darwin, en Tierra del Fuego, a muy cercanos metros del Glaciar Nordenkhold, una respetable y hermosa masa de hielo cuya visión magnífica desde el Fiordo Almirantazgo, había subyugado a Gastón quién había tomado la decisión de efectuar lo que denominó, "algunas maniobras en hielo". Estaba, en algún sentido, obsesionado con la idea de escalar en hielo, era su última oportunidad de utilizar el pesado equipo que a estas alturas llevaba porteando durante dos semanas completas, con un intento previo de escalamiento fallido, en los glaciares aledaños al Paso de Las Lagunas. La obsesión iba en aumento debido a que en tres días, debíamos iniciar el largo y sincronizado retorno a Santiago.

Nada de aquello sucedió, las únicas maniobras posibles fueron intentar dominar la angustia que nos significó estar atrapados dos días a merced del clima y naturaleza patagónicas, gran lección, recordarnos que en estas latitudes el hombre debe ser en extremo cauto, permanecer atento y alerta, creerse un avezado o experimentado es engaño mayor, necesario apartar el tonto orgullo, verdadero cómplice de la niebla a la hora de nublar la visión.


Vista hacia el Fiordo Almirantazgo


Dos días atrás, muy de madrugada, habíamos emprendíamos ambos, desde Caleta María en el fiordo Almirantazgo, la marcha de acercamiento hacia el sector en donde debíamos iniciar el ascenso al cordón montañoso, cuyas cumbres estaban coronadas por el glaciar Nordenkhold. En las proximidades del río Fontaine, casi junto a su ribera, pasamos por el depósito de material que Gastón había dejado convenientemente oculto, un largo de cuerda, algunos tornillos, y la típica ferretería necesaria, me adjudiqué la cuerda y otros artilugios menores. Teníamos promesa de un día esplendoroso, una que otra nube aisladas y ausencia de viento.

Iniciamos el ascenso cruzando un gran turbal, para luego internarnos en los primeros bosques de lengas que están más allá del río Fontaine. Para quienes no están familiarizados con la progresión en la turba, es necesario explicar que existen pocas superficies en donde la marcha se puede hacer tan infernalmente agotadora, se trata de un material de origen vegetal que se produce en un periodo de siglos, etapa previa de transformación a un mineral como el carbón, tan solo unos minutos de marcha sobre ella bastarán para odiarla sin más. Tras seis horas de lo mismo, turba, bosques, más turba, más bosques, estuvimos por fin aproximándonos a suaves, verdes y paradisiacos lomajes que anteceden a la zona de los hielos. Desde las alturas era posible apreciar un extraordinario escenario natural, al oeste el Fiordo Almirantazgo, al norte, el cordón de montes Hope, al sur, la majestuosa Cordillera Darwin. Patagonia seguía manteniendo su promesa de día esplendoroso.



Vista Glaciar Nordenkhold


Junto a un pequeño arroyo de cristalinas aguas, que serpenteando caía desde la zona de hielos, dejamos nuestras pesadas mochilas. ¡Que magnífico espectáculo contemplábamos!. Satisfechos y felices por la jornada, - hasta ahora perfecta -, decidimos acceder al sector de hielos para evaluar las "maniobras" que allí haríamos. Desde la posición en que observábamos podíamos apreciar una respetable canaleta cubierta de hielo, de atemorizante pendiente, tal vez tenía cien o ciento veinte metros, suficiente para saciar la sed de hielos que sufría Gastón. Examinamos con atención varios frentes del glaciar, buscando alternativas para jugar con algún grado de seguridad. Con el panorama ahora claro, decidimos volver al arroyo para montar el campamento y aprovechar la hermosa luz de las últimas horas de la tarde para intentar registrar con nuestras cámaras lo que la naturaleza nos enseñaba.


Gastón y su obsesión


Sagradamente cada dos horas, establecíamos comunicación radial con el campamento base en Caleta María; a través del canal 1 subcanal 18, Pepe, nos enteraba de las incursiones y actividades de los demás integrantes del grupo, sabíamos que ese día Miércoles 18 de Febrero, algunos se adentraban en dirección oeste, por la ribera del Almirantazgo, y que otros estaban en las proximidades del río Azopardo, así las cosas, permanecíamos tranquilos, gozábamos de la quietud y permanecíamos en absoluto estado de contemplación.



Parte del frente glaciar


Pronto llegaría la noche, así es que nos dimos a la tarea de dejar el equipo preparado para levantarnos muy temprano y aprovechar la que suponíamos sería una apasionante jornada de "juegos en el hielo", comimos de nuestras raciones, lo usual, una sopa instantánea, fideos y un buen café que bebimos mordisqueando un galletón de avena. Muy luego, el frío nos empujó a buscar el agradable calor de los sacos, el sueño vino pronto.

02:00 A.M, el inconfundible sonido de la lluvia golpeando la tela de la carpa nos despierta, automáticamente nos incorporamos y encendemos nuestras frontales, cruzamos miradas que lo dicen todo. "Se acabó!", masculla contrariado Gastón, su enojo es evidente y su desazón tal que prefiero no decirle nada y dejar que el silencio hable por mí para compartir su amargura. Está más afectado que yo, - es comprensible -, deseaba con toda pasión, poner en práctica lo aprendido con su maestro Mondragón, en esto, mi función era secundaria, era yo un aprendiz, un simple porteador de equipos dispuesto a observar, aprender y apoyar en la medida de mis posibilidades técnicas.



El sueño que no fue


Y así, el sueño de Gastón por escalar hielo en Patagonia se había desvanecido tan rápidamente como el clima cambia en esta zona, - bien lo sabíamos -, el cambio climático es la única constante en el fin del mundo, tres horas atrás, gozábamos de un cielo estrellado, ahora, estábamos a merced de un frente de mal tiempo, y la densa nubosidad nos rodeaba por completo. En silencio permanecimos escuchando como la lluvia y el viento terminaban de ahogar nuestra quimera. En algún momento uno de los dos, lanzó al aire, - a manera de proceso catártico - un sarcasmo genial, que nos hizo reír de buena gana; a partir de ese momento todo cambió y comenzamos nuevamente a sentir que disfrutábamos la aventura, así, tal cuál como se estaba dando, a fin de cuentas, las historias de montaña suelen escribirse de manera muy distinta a como uno las proyectó. El recuerdo de lo sucedido en el Ojos del Salado, hace tan solo meses era prueba palmaria de aquello. "!A dormir nuevamente¡" fue la frase que dio por finalizado el proceso de purga anímica. Acordamos entonces, tomarnos todo con calma, levantar campamento alrededor de las 10:00 y bajar hacia Caleta María, lugar en donde llegaríamos quizás avanzada la tarde del Jueves 19 de Febrero.

Persistía por la mañana una nula visibilidad que no nos preocupó mayormente, ambos tenemos fama por nuestra capacidad de orientación y habilidad para encontrar rutas, huellas, picadas en el bosque y cualquier señal para encontrar el derrotero correcto, por muy difícil que este parezca, y no es casualidad, más de diez años, recorriendo Tierra del Fuego, y otras islas no menos importantes como Hoste o Riesco, terminan por darle a uno la mejor formación disponible, aquel que no se graduó con honores, terminará irremediablemente perdido en la inmensidad de este territorio semi-salvaje. Mientras desayunábamos, hicimos el ejercicio mental de describir con detalle la ruta de retorno, afortunadamente coincidíamos plenamente así es que dimos por cerrado el tema.

Inicié la marcha de retorno, Gastón me seguía a no más de un metro, visibilidad cero, lluvia intensa, temperatura muy baja, cada algunos minutos, deteníamos brevemente la progresión para analizar, - en la medida permitida por la bruma -, los elementos que confirmaban llevábamos el rumbo correcto, esas rocas con forma particular allá, o aquella pequeña laguna, o la castorera abandonada allí a la derecha. Lo usual en estos casos. Nefasta e inexcusable confianza, pronto caminábamos casi a tientas intentando vanamente reconocer aquellos hitos que no hace mucho recordábamos tan claramente durante el ejercicio mental del desayuno.

¡Y sucedió!. Diminuto error de cálculo o apreciación nos desvió, mínimo grado bastó, pronto estábamos atrapados por una de las peores pesadillas en patagonia, intentar progresar a través de enormes extensiones de aparragados que inmovilizan con sus tentáculos, que aprisionan, que intentan arrebatar en cada paso las mochilas, una y otra vez hasta que sobreviene el agotamiento. Cansados, mojados, e iracundos no nos dimos cuenta de cómo llegamos a la casi total desorientación. ¿Como nos ocurría esto a nosotros?, era inaudito, entonces surgía espontánea la necia soberbia para nublar la razón e impedirnos asumir lo correcto, detenernos, y montar un campamento de emergencia esperando la llegada de la visibilidad. En vez de eso, seguíamos intentando inútilmente encontrar una salida. Fue en una de esas tantas iteraciones cuando Gastón lanzó el grito que da inició a este relato "¡Hay que devolverse, no es por acá!".


Cordon de Montes Hope


Dos días debimos permanecer estacionados acampando obligados en algún lugar de aquellas remotas cordilleras, siempre estuvimos en contacto radial con los demás miembros del grupo, aún así, la espera fue angustiante en extremo, especialmente porque la obligada inmovilización ponía en riesgo todo el plan de retorno a Santiago, sincronizado hasta el más mínimo detalle, veinte de febrero, jornada para alcanzar el nacimiento del río Azopardo, veintiuno, avance hasta el portezuelo del Fagnano, veintidós, traslado a Punta Arenas, veintitrés, vuelo a Santiago en el primer vuelo del día. Deshacer el camino andado, una aventura por sí sola.

Obsesiva, y alternadamente nos incorporábamos cada tanto, para correr el cierre del vestíbulo de la carpa y observar si ahora la visibilidad era lo suficiente como para emprender la huida, tantas veces pareció que era el momento de iniciar los preparativos para el abandono, aún no, la naturaleza no había expresado su última palabra. Hubo entonces que admitir que era perfectamente factible permanecer uno o dos días más en el lugar, luego, el racionamiento de los pocos alimentos que portábamos era fundamental. Todo montañero sabe que basta una mínima acción en este sentido, para que inmediatamente toda conversación gire en torno a la comida, la imaginación se activa y con ella, los jugos gástricos. Las horas pasaban y nos entreteníamos observando las gotas que se desplazaban por el cubretecho de la carpa Annapurna, pronto estábamos elaborando nóminas mentales con todo aquello que comeríamos una vez en la civilización, más tarde imaginábamos monumentales tours gastronómicos por los principales restaurantes de Santiago, a ratos discutíamos con cierta vehemencia acerca de si correspondía incluir a tal o cuál restaurant. No hubo acuerdo a la hora de determinar si debíamos partir con comida italiana o mexicana.

Enfrascado en este tipo de parloteo, caigo en la cuenta que estamos ad portas de aquello que Krakauer advierte en su libro "Sueños del Eiger", en uno de los capítulos, Krakauer repara acerca de los peligros del "cag". El cag es un estado particular y peligroso en extremo, verdadera amenaza para todo expedicionario que deba permanecer por un tiempo prolongado enclaustrado en una carpa. Alcanzadas las primeras fases del aburrimiento letal, los expedicionarios se transan en apasionadas y acaloradas discusiones acerca de "todo lo que está bajo el sol", y así no es extraño terminar disgustado porque el compañero no fue capaz de aceptar que las palomitas dulces, son mejores que las saladas, o que el viento Curicano es más helado que el de Talca. Conviene aclarar que estos últimos son ejemplos reales, escogidos porque representan lo más denso, reflexivo e inteligente de las discusiones.

Afortunadamente para nuestros estados mentales, en algún momento de la comunicación radial con el grupo de Caleta María, Pepe nos informa que el viento está soplando muy fuerte del oeste y que todo parece indicar que el frente de mal tiempo se desplazará definitivamente. Nunca sucedió aquello, no obstante, el detalle de la dirección del viento, nos permitió orientarnos y animarnos a levantar campamento para jugarnos por una opción razonable de descender a través de los espesos bosques de lenga.


Glaciar en Cordon Hope


Así lo hicimos, en forma previa y seguramente como último efecto del cag, cruzamos apuesta acerca de quién tenía la razón respecto a la posición correcta del cordón de cerros Hope. Gastón aseguraba que estaban casi enfrente, en tanto yo, sostenía que estaban a la izquierda. Cena para dos personas en el mejor restaurant de Santiago, si hay empate, cada uno pagaba su propia cuenta.


Por fin teníamos visión completa


Reiniciada la marcha y tras caminar alrededor de veinte minutos, esta vez con toda precaución, y despojados ya de la suficiencia y fatuidad que nos había conducido a esta situación, quedamos sorprendidos por pasmosa comprobación, tal cuál como solo habíamos visto en filmes, habíamos estado caminado en círculos. Tan evidente era, que solo atinamos a reír y mofarnos el uno del otro. Pronto nos orientamos, y en algún mágico momento del descenso, alcanzamos la cota en que las nubes se disipan. A partir de esa línea sutil, se abrió ante nosotros la inmensa vastedad de los bosques Fueguinos, y pudimos trazar con absoluta nitidez, el camino de retorno a Caleta María. A un par de kilómetros del campamento base, nos encontramos con Hilda, - compañera de vida y aventuras - y Pepe, vienen a nuestro encuentro, nos comentan que en Caleta María todo está dispuesto para en algunas horas más - muy de madrugada -, iniciemos el largo viaje de retorno. Mientras caminamos, miro al oeste con preocupación, negros y densos nubarrones presagian el arribo de un nuevo frente de mal tiempo.

Estamos en Mayo del 2004, han transcurrido tres meses y aún no hacemos efectiva la apuesta. No hubo ganador ni perdedor, nunca pudimos - creo más bien no quisimos - determinar si el cordón de los montes Hope se encontraban enfrente o a la izquierda, solo aparecieron a nuestra vista. Fue suficiente. Mágica y maravillosa visión. En cualquier caso, jamás olvidaremos la lección aprendida, sentirse un avezado, un duro, un experimentado puede conducirnos a situaciones en extremo difíciles.



Diosa Niebla


Ahora sabemos que no existe peor niebla que aquella que se engendra en el propio corazón y cerebro humano, - la otra -, esa que aporta la naturaleza, es tan solo la bella forma que asume la diosa de las cumbres y serranías para acariciar con sutileza a todos aquellos a quienes considera verdaderos hijos de las montañas.



Jorge Milla - Febrero de 2004 - Bitácora expedición familiar al cajón del Río Betbeder en Tierra del Fuego



mayo 12, 2004

Cuando presenciar a un virtuoso, ahorra mil consejos

Con cuidado disimulo observo a Pablo, - el mayor de mis dos hijos -, es noche fría de domingo, como suelen serlo en Mayo. Junto a él estoy sentado en una incómoda butaca del Teatro Municipal de Ñuñoa, asistimos al concierto que ofrece el músico norteamericano Stanley Jordan.


Stanley Jordan


Pablo está absorto, cautivado, su rostro aparece iluminado, - no por los focos -, la luminosidad proviene del interior, de sentir una muy notable emoción, esa que se experimenta cuando uno se sabe frente un virtuoso, a un verdadero maestro que expone su arte con portentosa facilidad y sencillez. Es también Jordan, un innovador, un formidable creador que fue capaz de dar vida a una singular y extraordinaria técnica de ejecución de la guitarra. Sobre el escenario, sin más acompañamiento que su guitarra, va pasando mágicamente de una pieza musical a otra, desde melodías latinas como el "Cóndor Pasa", a obras clásicas de Mozart, y también a tradicionales del Jazz o temas inolvidables del rock de los setenta. Un baldón sería clasificarle en algún género musical, Stanley Jordan está sobre aquello, como todo gran maestro.

Hipnotizados, no nos percatamos del tiempo transcurrido. Estamos ahora de pie, aplaudiendo eufóricamente el término de tan extraordinaria presentación.

Decidimos caminar de regreso a casa, conversando, pausadamente, sin prisa, aún cuando la soledad de las calles nos señala que es muy tarde ya. Hablamos con naturalidad acerca de los talentos humanos, o de como habría que cultivar las virtudes personales, también del valor que tiene la sencillez a la hora de demostrar los talentos, y de lo esencial que resulta abordar las empresas personales con pasión y convicción, no abandonando jamás los sueños de vida. Ser y parecer un hombre recto, manteniendo las convicciones personales, aún cuando los súbditos del dios de turno, nos apunten con el dedo, o nos ignoren, por no inclinarnos ante su rey. En algún momento, caigo en la cuenta que es el referente de un virtuoso como Stanley Jordan, el que nos permite a ambos, acceder a dimensiones y espacios de conversación, de insospechada profundidad, y se crea maravilloso puente que nos permite conectarnos, esta vez, no de padre a hijo, sino que de persona a persona. Sin duda alguna, prodigioso momento que jamás olvidaré.


Pablo, junto a su prima Caterina


A sus quince años Pablo está comenzando a aprender de la vida, y yo, - su padre - estoy también iniciando el proceso de entender que el niño que no hace mucho cargaba en brazos, está hoy convertido en gran persona, reflexivo, alegre, profundo, mesurado - como siempre quisimos fuera -, también el mejor hermano, algo distante a veces, heredero de cierto sarcasmo ácido, ferviente admirador del humor absurdo, ese mismo que la familia ejercita con asiduidad y deleite.

Algo o alguien, está desde hace mucho, diciéndonos lo difícil que será para los padres, educar a un adolescente, señalando lo precarias que serán las relaciones con todos aquellos hijos e hijas nuestros que están en la antesala del mundo adulto. ¿Y si no fuese tan difícil?. ¿Y si para ello solo bastase dejar - de una vez por todas - de engañar y engañarnos con la creencia de que nosotros los adultos tenemos todo resuelto?. ¿Porqué no bajar de ese imaginario pedestal desde donde observamos a los jóvenes, con esas patéticas ínfulas de sabihondos que creen saber de la vida?. ¡Aprendices de la vida, tal cuál ellos, eso es lo que somos!.


Adolescentes fellices


Tal vez es fácil, quizás si solo empezamos a tratarlos un poco más como personas, y les digamos con más frecuencia, lo contentos y satisfechos que estamos de que sean como son. Quizás si ahora escuchamos con más atención cuando nos cuenten sus pesadillas y también sus sueños. Quizás si ahora les alentemos a cumplir esos sueños, en vez de decirles que son solo sueños de juventud. Quizás si ahora compartimos nuestras angustias con ellos, para que comprueben aquello que tanto nos empeñamos en ocultar, que tenemos miedos, - grandes miedos -, al igual que ellos. Que tenemos sueños, - grandes sueños -, tal como ellos.

Llegamos a casa y preparamos un café que después bebimos en la cocina, sabíamos ambos ahora que después de aquel inolvidable concierto, estábamos juntos como nunca, que el contacto que experimentamos esa noche con la virtud de un músico extraordinario, había transformado mágicamente nuestros mundos de padre e hijo para llevarlos a una dimensión de iguales, dimensión que ahora no abandonaríamos jamás.

El concierto terminó con una magistral interpretación de "Escalera al Cielo", ese clásico de Led Zepellin - notable alegoría - la escala, para subir, subir y subir, desde la pesada y terráquea gravedad del mundo adulto, hasta la fresca y limpia atmósfera de la juventud, el sitio en donde habitan nuestros amados hijos.

Jorge Milla


mayo 08, 2004

Por favor, que no me duela mucho


La compra feliz


Supermercados con farmacias en su interior, farmacias que parecen supermercados, - que duda cabe -, se están produciendo en Chile, profundos cambios en la forma de comercializar los productos farmacéuticos. Definitivamente se ha instalado en el consumidor chileno, una cultura muy distinta a la que conocimos en décadas pasadas cuando la farmacia o - la botica - constituía un punto de venta más especializado, y en donde rara vez se observaban atochamientos de personas ansiosas de ser atendidas por un dependiente que recibió "toda una semana completa" de capacitación para orientar como bien se merecen, los estimados consumidores.

Multitud de personas atiborran diariamente los amplios y luminosos locales de las cadenas farmacéuticas, buscan adquirir la muy amplia gama de productos que se ofrecen, - la lista es extensa -, antiácidos, antigripales, antipiréticos, antitusivos, antiinflamatorios, también antidepresivos. Estos últimos en cuantiosas y desproporcionadas cantidades, que dan cuenta tal vez, de la existencia de una sociedad enferma. Rápido, véndame un anti-algo, un anti-todo.

Está también, toda la potencia del Marketing desplegando el poderoso arsenal de técnicas para lograr "seducir" al consumidor, aplicando entre otras, la segmentación de los clientes, ofertas especiales, feroz publicidad a través de todos los medios de comunicación masivos, compras on-line, venta telefónica, entrega a domicilio - para recibir cómodamente en casa todos aquellos medicamentos que, en la mayoría de las oportunidades están auto recetados por nosotros mismos, - que mejor médico que uno mismo - "pero si es lo mismo que padecí la vez anterior".

El asunto no se detiene aquí, las ofertas continúan: semana del adulto mayor, días de la embarazada, mes del niño, - todas -, jornadas especiales cuyo mayor gancho son los suculentos descuentos que atraen a la masa consumidora que, cual caterva inconsciente acude fascinada por acceder a tan buena oportunidad de comprar barato, aquí lo menos importante es, si la compra del medicamento era necesaria. Está barato, eso es suficiente.




Que no me duela mucho, por favor


Nuestros hogares, se han convertido en verdaderas bodegas de almacenaje de productos farmacéuticos, es que hay que estar prestos para mitigar cualquier dolor, dejarlos lo más a mano posible, ojalá junto a nuestra cama, - ahí en el velador -, para ingerirlos incluso a oscuras, a tientas, cuando el miedo al dolor es más angustiante. Son nuestros niños, los más expuestos, junto a sus cunas se extiende todo el parque de medicamentos necesarios para protegerles de todo aquello que intenta dañarles, crecen ahora, convencidos que el jarabe para la tos, es un dulce e inocuo brebaje, casi bebida de fantasía.

Alguna prensa, - incluso los mismos distribuidores -, nos alertan con tibieza cómplice y sospechosa respecto a que el consumo indiscriminado de antibióticos está generando cepas de bacterias cada vez más resistentes a los productos tradicionales, que estos últimos, han debido ser reemplazados por productos de última generación para hacer frente a un enemigo que continúa fortaleciéndose. Nos señalan también que hay cierta alarma por el nivel de adicción que muestra algún sector de la sociedad, por el consumo de fármacos que ayudarían a conciliar el sueño, o combatir los efectos del estrés o mitigar el tan de moda colon-irritable. Paralelamente, la difusión y venta continúa con furia.

Los galenos hacen su aporte también, mano algo más suelta a la hora de emitir la receta. "Que manera de estar atestada hoy su consulta doctor", - sorpresa ¡ - no son pacientes, sino que visitadores médicos, traen la novedad de la semana, lo último en el mercado, "si doctor, es el mismo medicamento, pero ahora solo provoca veintisiete efectos colaterales, no cuarenta y cinco como la versión anterior, le dejaré cincuenta muestras de regalo".

Febril escenario que convoca a la reflexión: es adecuado?. Ético?. Están protegidos los consumidores ?. Son informados de los riesgos asociados?. Es conveniente tanta facilidad para el acceso a los medicamentos?. La autoridad sanitaria está implantando controles adecuados?. Debemos dejar que el mercado sea el ente regulador exclusivo?. Las personas son dueñas de sus cuerpos, luego pueden decidir que ingerir?. Finalmente, se trata de un ambiente favorecido por los grandes laboratorios y compañías distribuidoras de productos farmacéuticos?.

Respecto de lo último, surgen varias preguntas también: hasta que punto, las compañías, en su afán de diversificar sus negocios, obtener mayores utilidades y captar más clientes están induciendo perniciosas y dañinas conductas en los consumidores? o que porcentaje de las utilidades se destinan a campañas de educación de los consumidores?.

Existirá, al interior de estas grandes empresas distribuidoras, instancias de reflexión, discusión o análisis acerca de los efectos de mediano y largo plazo que acarreará un escenario como el señalado?.


No vaya a ser cosa que despertemos


Con todo, parece haberse instaurado el escenario más propicio y favorable para la debacle: una sociedad - occidental, aclaremos - con enfermizo temor al dolor, por más mínimo que este sea, hay que aplacarlo de forma inmediata, - especialmente si proviene del alma -, debemos tratar con todo nuestro empeño, en seguir dopados, no vaya a ser cosa que salgamos del estado de sopor y adormecimiento a que estamos tan acostumbrados. Eso sí sería grave, nos expondría de inmediato a lo peor: la conciencia de lo verdaderamente real.

Por favor, urgente, una caja de antidepresivos ¡ mejor dos ¡


Jorge Milla